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Yo te cuento

sábado, 26 de agosto de 2017

El mensajero de las olas. Capítulo 3



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Capítulo 3

Despacio quitó el pequeño lacito y buscando el amparo de la luna y su linterna empezó a leer...

“Es mejor viajar lleno de esperanza que llegar”


¿Quién colocaría aquellos mensajes en las botellas? Abrazó el pequeño papelito a su pecho y se tumbó un instante sobre la piedra a modo de sirena descansando en mitad del océano. Y eso, supongo que es lo que parecería a cualquier pescador nocturno que la avistase con aquella melena larga y mojada descansando sobre la piedra.


Al fin decidió regresar a casa con su nuevo trofeo. Cuando llegó, lo colocó junto a los demás...

“Si un día llegaras a caer, no te preocupes. Haz como el sol, que cada tarde cae, pero cada mañana se levanta con más resplandor”.

“La cabeza piensa, las manos trabajan, pero el corazón es el que sonríe”

“Y... cuando menos lo esperas... ¡Todo sale bien!”

“Ser sencillo es lo que te hace grande”

“No es lo que te sucede lo que importa, es como respondes a lo que te sucede lo que hace la diferencia”

“Si el plan A no funciona, recuerda que el abedecario tiene 26 letras más”

“Una persona cambia por dos razones, aprendió demasiado o sufrió suficiente”

Así, de esa forma, llevaba ya Macarena guardando botellas y mensajes en aquella estantería que sustituyó por una mayor. Siete botellas tenía ya en su haber, siete hermosos mensajes y siete nuevas sonrisas que compartía con su abuela, si bien, más de una vez, había visto a la anciana llorar acariciando aquellas botellas, cosa que ella no comprendía, ni su abuela le explicaba, al igual que tampoco le explicaba el por qué de aquella tira de lana anulada a su dedo y que para su abuela era como la mejor de las joyas.

Pero aquella mañana fue distinta. Aquella mañana, algo cambió. Como solía hacer cada mañana, la joven se encontraba absorta en su pintura. Había decidido dedicar la siguiente exposición a aquella magia de las botellas. Las preguntas la bombardeaban... ¿Quién arrojaría esas botellas al mar?, ¿Por qué?, ¿Qué significado podían tener aquellos mensajes más allá de lo hermoso de su contenido? A veces, se imaginaba a un hombre de mar curtido y solo mandando mensajes por doquier. Otras, pensaba en alguna mujer que simplemente quería compartir con el mundo esa hermosura. Tal vez se tratase de alguien solitario o incluso una pareja, que juntos, decidiesen enviar las botellas a la deriva, para que así, quién las encontrase, fuese feliz solo por un instante, o mejor aun, reflexionase y algo cambiara en su día.

Las preguntas la bombardeaban mientras daba vida a la forma redondeada de aquella botella transparente que estaba inmortalizando junto a unas caracolas y unas rosas.

Pero hoy, no sentía ganas de pintar, sino de investigar. El sol no dejaba de incitarla a sumergirse en las aguas frescas que tenía tan cercanas, pero hasta que su abuela no se levantase y tomara su medicación, no quería alejarse. Ana estaba bien de salud, pero a veces, olvidaba medicarse y ella se sentía responsable de ello. Pero no fue el habitual “buenos días” de su abuela lo que la desconectó de la pintura, sino más bien el escuchar de forma apagada los gemidos, el llanto de la anciana.

Con prisas entró en la casa para descubrir a la anciana sentada en su mecedora azul balanceando su cuerpo al tiempo que limpiaba su rostro y miraba sorprendida a su nieta.

- Pensé que ya te habías ido a la playa Maca.
- No abueli. Tú sabes que no me gusta salir a ningún sitio hasta que tomas tu medicación. Hoy no voy a la playa, tengo que ir al mercado. Pero no pienso ir a ninguna parte hasta saber qué es lo que te pasa. Porque si estas botellas te ponen triste, te prometo que ahora mismo me deshago de todas ellas y...
-Chsss, no. Al contrario. Lloro de felicidad, mi niña.

Macarena se sentó junto a ella y observó su rostro arrugado y a aun así, hermoso, sereno, complacido.

- No entiendo abuela. Hacía tiempo que no te veía tan emocionada.

Ana miró a su nieta y sopesó si contarle su historia o no. Finalmente, se decidió.

- Quizás debería contarte algo. Algo que puede que te sorprenda.

La joven se sentó al lado de ella, espectante, como cuando era niña y esperaba escuchar una de sus historias.

- Cuando estuve en la residencia, conocí a un señor muy amable. Era algo más joven que yo, aunque no mucho – dicho esto, la anciana sonrió con una gran ternura y Macarena comprendió que para ella, era un tema delicado – Era un hombre muy sensible. Había sido un lobo marino. Perdió a su esposa hacía ya muchos años y estaba muy unido a su único nieto, un importante hombre de negocios que venía a visitarlo de vez en cuando, aunque no tanto como ambos querían, me temo. Tenía una obsesión. Enviar botellas de cristal al mar con un mensaje de aliento en su interior. Decía que en las noches de soledad que él había vivido en alta mar, pasaba horas leyendo cuando podía, y siempre fue un romántico empedernido. Cuando vio la película de “Mensaje en una botella”, él ya había lanzado unas cuántas al mar.

- ¿Qué pasó abuela?
- Pues pasó que él y yo coincidimos en la residencia y bueno, suena cursi, pero nos enamoramos. Lo que empezó como una amistad bonita se convirtió en algo más. Mira. Este anillo de lana es mi alianza de boda. Nos casó una de las enfermeras y hasta nos hicieron una fiesta.

Macarena abrió los ojos sorprendida.

- ¡¡Pero abuela!! ¡¡Jamás dijiste nada!! ¡¡Podrías haberte casado de verdad!! Y me hubiese gustado acompañaros.
- Era nuestro secreto, Maca. Nuestro y de nuestra cómplice. No necesitábamos papeles para estar juntos. Me consuela saber que le acompañé hasta su último aliento. Sin embargo, su bella costumbre de enviar botellas al mar, se apagó. Imagina lo que he sentido en mi corazón cuando tú has empezado a traer estas botellas a casa.
- Pero abuela, entonces, ¿pudo haber mandado él estas botellas?
- No. Desde que estábamos en la residencia no pudo enviar ninguna de ellas. Pero parece ser, que hay alguien que opina como él.
- O lo está homenajeando. ¿Tienes la dirección de su familia? ¿De su nieto?
- No. Decidimos no intercambiar información de los familiares, es más, os llamábamos con motes. Su nieto era “El trabajador incansable” y tú “La sirena marina”. Esto – dijo la anciana señalando las botellas – es una casualidad.
- O no, abuela, o no.

La muchacha pensó si confesarle a su abuela que para ella, aquellas botellas también eran una fuente de curiosidad, e incluso, de ilusión.

Solo tenía algo claro. No tenía forma humana de averiguar de dónde venían aquellas botellas, pero al menos, lo intentaría. Y tenía algo claro también, a su último cuadro añadiría una alianza hecha con lana.



14 comentarios:

  1. Que romántico se está poniendo tu relato. Me gusta, tu imaginación vuela y yo con ella.

    maiarosa

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    1. Muchisimas gracias María Rosa, lo cierto es que algo romantiquillo si que se está poniendo, ja ja. Muchos besos:D

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  2. Me gustan los diálogos y como estás llevando el relato, querida Margarita, un placer leerte.

    Besos enormes y feliz tarde.

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  3. HOlaaa
    Me gusta mucho el rumbo que está tomando, creo que es interesante, y ya estoy deseando leer lo que venga después
    Un besazo enorme!

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    1. Muchisimas gracias Naya. Lo cierto es que son historias muy cortitas, ya queda poco... y a ver en qué pienso ahora, ja ja. ¡Muchos besos preciosa! :D

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    1. ¡Muchas gracias Navegante! Espero que te guste el desenlace. ¡¡Besos!! :D

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  5. ¡Qué gozada es pasear la vista por tus páginas!
    ¡¡¡GRACIAS!!!

    Besos.

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  6. Margarita, ¡me has emocionado!
    En serio, eres escritora, tienes que publicar esta novela.
    Las citas son preciosas.

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    1. ¡Muchisimas gracias Nuria! Esta no es una novela, es una mini novela que creo solo para el blog. Son novelas muy cortitas que voy publicando cada fin de semana :D Pero... hay otra por ahí, un poquito más larga... así como que de cuatrocientas páginas que sí que es una novelita que voy a intentar lanzar. ¡Muchos besos preciosa! :D

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  7. Que historia más bonita estás creando!!!!!!!!
    Un Beso

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    1. ¡Muchas gracias Princesa! Me alegro mucho que te esté gustando. Un beso enorme :D

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