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Yo te cuento

domingo, 7 de agosto de 2016

Como espuma de mar



Andrea abrió los ojos y se estiró, lánguida y profunda, buscando los confines de la tierra en las esquinas de la habitación. Se había sumergido en el mundo de Morfeo, había dejado que éste la acariciase y sedujese y ahora se sentía despierta a los sentidos. El sol jugaba con los pequeños orificios de la persiana, lanzando un doloroso rayo sobre el sitio vacío a su lado, en aquella oceánica cama. Tan solo unos días antes no le parecía tan grande, cuando en ese lecho yacían entrelazados dos cuerpos que se amaban acompasados por el sonido del mar.

Recordó a Pablo, y sorprendida observó como una lágrima furtiva se dejaba caer silenciosa pero arrolladora. La imagen de Pablo pareció emerger frente a ella, sonriéndole incitador, rozando con suavidad sus labios y susurrando a su oído palabras de caramelo. Él, el único hombre que había tocado las cuerdas del violín de su alma, y que la había hecho sentir como una sirena… Pero Pablo se había ido. La había sustituido por otra, una mejor, según él. Según el mundo. Y ella, ahora, solo era… espuma de mar.


A través de la ventana llegaron las risas de unos chiquillos que corrían y gritaban, apostando una lata de refresco que pagaría el último en llegar a la playa. Sintió un agujero en su pecho y una centrifugadora en su vientre. Era joven, solo tenía treinta y dos años… encontraría a alguien que quisiese tener niños de manos pegajosas con ella. Sintió que el oxígeno le faltaba y se sintió débil. Se dejó caer de nuevo en el refugio seguro de su colchón solitario y asombrada observó a la extraña que la miraba desde aquél espejo que Pablo instaló en el techo. Aquellas manchas verdes bajo sus ojos hinchados, los labios resecos y sin caricias. Respiró hondo y apretó los ojos con fuerza para no ver los ojos de aquella mujer del techo, que le gritaba con fuerza que ella no era sirena, sino espuma sucia, mientras saboreaba la sal de sus lágrimas.

Pero no quería pensar. Arrastró su maltrecho cuerpo y su alma enferma a la habitación de al lado, ahora sumergida en nubes tormentosas. Una vez dentro de aquella habitación poco aireada y escasa de movimiento, se acercó a la pequeña caja emisora de bobadas y accionó el botón, que parecía querer atraerla y succionarla, distraerla de su realidad.

Justo cuando las yemas de sus dedos tocaron el ansiado botón que la haría seguir inmersa en una nube, se sintió al igual que aquellas paredes que la escondían, en un precipicio cercano al fuerte oleaje. Se dejó caer en el sofá, de la misma forma que alguien cae por un precipicio, e impávida esperó para saber qué vivían los demás, aquellos que aún vivían… escogían o simplemente, sufrían.

Su corazón se encogió con fuerza haciendo que ella notase su contorno bajo la piel. Sintió esa estrella clavada en su garganta mientras un alfiler se le clavaba en los ojos y el pecho, observando atónita las imágenes que aquél instrumento del diablo le mostraba descarado. Sangre, terror, opresión, impotencia… Cientos de almas se elevaban inertes e incomprendidas, incomprensibles,  hacia un nuevo camino, cielo o infierno, tal vez limbo, ¿quién sabe? Terroristas… ¿personas?, seres atacantes de humanos… humanos indefensos a los que se podía eliminar con la facilidad de quien tiene el poder sobre algo pequeño e innecesario.

Fijó su atención en aquella pantalla brillante, pero ya no veía lo mismo. Rayas de colores se contorsionaban ante sus ojos, llamativas, incesantes, retadoras…

No quería ser humana. Los humanos eran seres inútiles que no valoraban la virtud de respirar. Sentía asco de ser humana. Y no volvería a serlo. Una luz, una meta, un instinto le había sido otorgado. Silenciosa, decidida, ¿sonriente? se levantó de ese asqueroso sofá que la acogía y sostenía como un imán irresistible y maligno. Enderezó su espalda y caminó erguida, satisfecha. Ella no sufriría más. A su mente intentaron llegar recuerdos de cuando era mujer, mujer débil a disposición de un marido infiel que la doblegaba y dominaba bajo el escudo de la palabra “compromiso”. Un hombre que la hacía temblar de deseo y pasión y por ello pensaba que era su dueño.

De pronto empezó a escuchar el trino de los pájaros en el exterior… ella quería ser ave. A las aves no las asesinaban los terroristas, ni las traicionaba un hombre. Sería pájaro. Sin dudar un solo instante se dirigió a la puerta de su casa, la abrió, respiró profunda y serena y observó su nuevo mundo, su nuevo ser. Dejó la puerta abierta, los nidos eran abiertos, nada tenía que ocultar. Y anduvo, anduvo porque era pájaro joven y aún no sabía volar… así que anduvo sin rumbo, pues el mundo era suyo…picoteando las calles cercanas, posándose en los bancos de los parques, escuchando el atronador ruido de aquellos humanos… y se detuvo. Había llegado el momento. Debía regresar al risco del que partió y desplegar sus alas, volar lejos de allí. Dando saltitos decididos, olisqueó el aire hasta que la sal llenó sus pulmones de pájaro. Y entonces se detuvo. Ya no había tierra, solo un mar que sobrevolar, inquietante, retador, único, magnífico, atrayente… y voló.

Sintió el viento en el rostro, sintió el movimiento de sus alas transformadas en brazos subjetivos, alineó su pico para decirle al viento que la meciese… y se dejó caer, feliz, ajena a todo, sin que nada pudiese dañarla… libre… y lloró de pura felicidad. ¿Cómo había podido ser humana cuando era tan único ser pájaro? Gritó. Gritó con toda la fuerza que sus pequeños pulmones de ave le permitían… y entonces, sintió la frialdad que la abofeteó con furia y prometió quebrar sus alas destrozándolas en miles de pedazos inertes.

El mar. El mar quería matarla. O quizás no. Quizás sintiese celos del cielo que la acogió en su seno y quería sentirla dentro de él. Se sintió dichosa. Sabía nadar, nadaba muy bien, cual pez hermoso… cual delfín inteligente, o aquella sirena dichosa y dominatriz de la vida que una vez fue. Se despojó de sus ropas de antigua mujer y las ya innecesarias plumas de pájaro, y nadó desnuda sintiendo la frescura de las aguas acariciando y lamiendo su piel, provocando en ella delirios de fortaleza y seguridad. Meció sus manos y abrió sus piernas sintiendo como el agua rozaba cada una de las partes de su cuerpo. Se dejó ir. Se dejó ir y tuvo el primer orgasmo tras la marcha de ¿quién? ¿Cómo se llamaba? No podía recordar con claridad su época humana, aquella época infeliz y denigrante. Con timidez asomaba a su mente su vida de ave… y le gustaba. Pero esta vida como pez, era espléndida, insinuante, especial, magnífica, sensual, atrevida, inquietante.  Hasta que sintió frío tras aquellos giros bajo su elemento vital y sus pechos se irguieron, no provocadores, sino incitadores de vida, buscando aire y salvación.

Emergió fuera de la superficie sobresaltada, roja, exhausta, satisfecha y confundida, dichosa de la experiencia y deseosa de más. Sentía su sexo palpitante y con anhelos. Quizás el pez debía quedar atrás para dejar paso a la pantera depredadora y salvaje.

Elegante y sinuosa dejó atrás la pasiva espuma marina, llegó hasta la cálida arena y sintió que el sol la acariciaba lascivo. Se tumbó desnuda, expuesta, libre. Algo de sirena quedaba en su nuevo cuerpo de pantera… Necesitaba despertar sus sentidos dormidos. Sentía como su cuerpo necesitaba, anhelaba, ¡más, más, más! Se sentía depredadora, exigente…

Enderezó su cuerpo y comenzó a caminar, ajena a todo. El mundo era suyo. La arena se terminaba y unas paredes de piedra le indicaban que los humanos, pobre seres débiles, estaban cercanos. Una de ésas paredes dejaba entrever ropajes innecesarios, pero prudentes a fin de pasar desapercibida ante su presa. Apenada, observó su cómoda desnudez y decidió cubrirla con un telar que casi la traga. Envuelta en aquél mundo de flores y color, sintió la tibieza en su piel de quién cubre su identidad. Absorta, envuelta, y de nuevo, confusa, decidió buscar su identidad. Y sonrío.

Los depredadores son listos… y ella lo era. De nuevo, supo qué hacer. Despacio, ajena a las miradas extrañas y a las palabras de ira y miedo que a su alrededor danzaban, y guiada por su nuevo instinto felino, llegó hasta el que tiempo atrás fue su hogar. Dejó caer la prenda que la cubría y desnuda, se deslizó sigilosa como el viento hacia el que fue su dormitorio. Le pareció ver que faltaban cosas, que había objetos tirados por el suelo, que su anterior vida era un caos… pero a ella no le importo en absoluto.

Poderosa, tomó lo que apreció que podría servirle para su fin. Braguitas y sujetador de encaje negro, falda que apenas tapaba el centro de su ser, top que dejaba al descubierto esos hermosos pechos que la naturaleza le regaló. Quiso recordar que aquella misma piel le había servido como disfraz de quién no era en otra ocasión. Tal vez fue el preludio de quién sería. Una pantera. Una pantera devoradora de hombres viles y asquerosos que traicionaban. Se tumbó en aquella vieja cama y observó la diosa del espejo del techo. Satisfecha, volvió a levantarse y tomó la lámpara sobre la mesita y la arrojó con furia hacia arriba sonriendo ante la lluvia de cristal que cayó sobre el lecho. Acababa de apuñalar su antiguo tálamo nupcial.

Finalmente, decidió que aquél sujetador era molesto e innecesario y lo arrancó de su piel sin ataduras.  Ajustó las medias a sus muslos y cubrió sus labios con el rojo pasión que siempre la atrajo pero nunca se atrevió a usar. Observó su imagen en los cristales de una ventana y apreció la pantera deseosa que se veía en él.

Emergió a la selva de la noche aparecida y cruzó las avenidas y parques buscando su presa, hasta que le vio.  Peligrosamente cercano, Pablo tonteaba con simples gacelas desganadas.  Durante un instante, su anterior condición humana amenazó con volver y hacerla sentir fuera de lugar, pero la depredadora  emergió como la reina de la noche, sigilosa y capaz. Contoneó sus caderas y se acercó a él, sin mirarle, sin inmutarse, solo… rozarle. Él, como humano previsible que era, la miró con lascivia. Y ella sintió de nuevo su sexo inflamado. ¿Por qué no? Se acercó a él y con suavidad dejó caer una de sus garras sobre el montículo de su pantalón. Él la observó sorprendido,  encantado, y la abrazó sujetando su pecho con determinación, mientras ella fingía ser la mujer de antes, echó la cabeza hacia atrás y se dejó rozar.

No hablaron. No dijeron ni una sola palabra. Entrecruzaron sus manos entre el gentío y ella se dejó llevar hasta la guarida del anzuelo. Él la poseyó, y ella, le poseyó a él, con fuerza y agresividad a ratos mezclados con suavidad y melancolía. Gritó y gritó, pidió, exigió, sintió, deseó, y reinó. Ella le dominó a él y lo devoró, al completo, dejando solo el cuerpo, la piel inerte de aquél que fue, que la miraba con nostalgia en la mirada. No. Las panteras no se apiadan de sus presas. Las devoran. Y ella le devoró.

Horas después salió de aquél pequeño habitáculo que la había escuchado gritar y gemir con ansia y poder. Ella inhiesta, poderosa, él… inerte y lánguido, sin respiración, muerto sobre la cama.

Era la reina del mundo. Era la puta ama. Era quién ella decidiese ser. Y entonces vio su reflejo satisfecho y feroz sobre la superficie del cristal de un bareto cercano. Y se fijó en que una parte de ella se había saciado, pero… otra parte ansiaba algo que no encontraba, que no conocía… Junto a ella algo blanco brillaba… Una flor, una vida, una conciencia dormida, una inquietud, un tú, un yo…

Ya no quería ser pantera. Ya no necesitaba sexo, ni poder, ni comida. Solo ser, respirar, tener, ser flor, ser especial, divina, inmóvil, etérea… Caminó sigilosa cruzando la noche y dejó caer su piel de pantera quedando solo expuesta su auténtica piel. Su ser. La gente la miraba, susurraba, gritaba, alguien incluso trató de cubrirla con algo áspero e inquietante que la molestaba y la aterraba. Pero otros se ocultaban a ella, cerraban sus párpados torpes y lloraban. ¿Por qué? Ella era feliz, libre…

Y llegó al mar de nuevo. Si era una flor no podía sumergirse. O sí, ¿quién sabe? Había flores acuáticas. Y avanzó de nuevo elevando su alma, sus brazos, sus sueños, su ser… El mismo risco de antes la ayudó.

- Ven pequeña flor. Te espero, te acojo, florece sobre mí.

La voz potente y varonil del océano la sedujo. ¿Por qué no? ¡Cualquier cosa antes de ser humana! Sintió que su pecho crecía, que sus piernas se alargaban, que sus ojos eran insinuantes, y sus labios carnosos… Y entonces, allí, en lo alto del risco, se detuvo, atónita, confundida, y ella.

Miró hacia abajo, hacia su propio cuerpo, vio y observó lo que quedaba de ella, intentó recordar, intentó saber… solo tenía fragmentos en su mente y en su piel… Mujer. Quería ser mujer. Única, especial, deseada, compleja y singular, ella, atenta, quizás algún día madre, amante, fruto prohibido, dueña, niña y regalo…. Quería ser mujer. Quería volver a ser humana…

Pero resbaló. Aquél risco cómplice del mar  ya la había elegido y la quería para él. La engulliría, la tomaría como rehén, la haría suya, la tomaría como presente, la sentiría junto a su puntiaguda piel…

El cuerpo laxo caía, y Andrea sintió que de nuevo era dominaba y sintió como el corazón le golpeaba en el pecho queriendo abandonarla a su suerte. Y entonces recordó. De la infamia de los humanos, sus debilidades, sus miedos, sus locuras y sus actos de terror…. Y también recordó. La sensualidad de sus sentidos, la risa de su alma, el amor de su mente y la brisa de su corazón.

Y deseó ser mujer. Mujer fuerte y arrolladora que venciera al risco. Ya nada importaba. Ella era imparable. Y el risco también. Y fue poseída y tomada. Ya no era humana. No podía ser humana. Solo era espuma de mar ansiosa de encontrar un poco de paz.





22 comentarios:

  1. Ufff se me han puesto los pelos como escarpias con esta historia, me gusta la ficción y he recordado un libro que leí hace tiempo que se asemeja un poco a esta historia en el concepto, de ir más allá de lo humano, era de vampiros jejeje pero no hablaba solo del ansia de comer, si no del sentir.
    Me ha encantado!!!

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    1. ¡Muchisimas gracias Sara! Es una historia algo peculiar, pero me encanta escribir sobre metamorfosis, todos esos cambios y eso, ja ja. Muchisimas gracias por comentar. Besos :D

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  2. Me acabas de dejar en shock, que preciosidad y que bien escribes. Ya tienes una nueva seguidora

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    1. Muchas gracias Sofía, muchas gracias de verdad. Encantadisima de tenerte por aquí. Muchos besos :D

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  3. Que bello relato... Me quedé atrapada en cada palabra tuya... Te felicito tenés un gran futuro por delante

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    1. Muchisimas gracias, la verdad es que ahora esbozo cachitos, relatos cortos, pero algún día espero escribir algo mayor. Eso sí, mi sueño, más que novelar, que llegue a quien lo lea. Muchos besos :D

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  4. Precioso... me ausento de la realidad mientras leo la historia. Muy creativa e intrigante. Me encanta como escribes, mucha suerte y sigue sorprendiéndonos! Saludos.

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    1. Muchas gracias Pilar. Me alegro mucho que te haya gustado. Besos :D

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  5. Pilar,

    No se si me acaba de gustar. No me siento identificada con tu personaje. Sufrir así por un hombre, con la cantidad que hsy en el mundo

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    1. La verdad es que es una tontería desde mi punto de vista sufrir así por un hombre, pero la realidad, es que hay mujeres que lo hacen. Y es una pena, porque viven durante mucho tiempo amargadas, sin rumbo.
      Muchisimas gracias por tu comentario Pilar, un beso muy fuerte:D

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  6. Me encanta como escribes. Con tanto detalle que me hace infiltrarme en tus historias. Incluso cuando no me tendrían que afectar porque no haya vivido nada parecido...Esta vez me has sorprendido con el giro final de la historia.
    Si te apetece que nos sigamos por GFC o Google+ dímelo, besos ^^

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    1. ¡Muchisimas gracias Paula! ¡Sí, me parece una idea fantástica! Ya te sigo. Y gracias por tu comentario tan amable. Un beso y bienvenida :D

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  7. Que bello relato, genial poder cambiar de piel, poder ser y hacer lo que queramos y soñemos en el momento justo en que lo necesitemos. No todas tenemos esa habilidad y muchas veces encontrarla cuesta más de lo que imagamos :)

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    1. Sentirte como te quieres sentir, sin más, y dejar que todo lo que hay a nuestro alrededor no pueda afectarnos. Aunque en el caso de esta historia, el dolor le jugó una mala pasada, pero aun así, ¿te imaginas? Poder decir, ahora soy pájaro, ahora soy pez... y sentir. En fin... que te saco otro cuento del comentario, ja ja. Un beso muy fuerte Diana :D

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  8. Aún si uno no ha vivido algo parecido uno se siente parte de la historia con tu manera de contar la historia y relatar cada detalle. Es precioso como escribes y como nos transmites sensaciones.

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    1. Muchas gracias Janis. Intenté meterme en la piel de ella para poder escribir de la forma más auténtica posible, así que me das una alegría. Un beso :D

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  9. Es una historia muy kafkeana, me gusta tu estilo y marcas mucho la personalidad de los personajes, esos detalles me gustan. Felicidades!!

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    1. ¡Gracias! ESo me dice un amigo mío escritor, ja ja, que eso de los cambios me encanta y que Kafka y yo hubiesemos coincidido en muchas cosas. Me gusta pensar que cuando quieres cambiar algo puedes hacerlo, aunque en este caso, mi protagonista no terminó exactamente bien. Un bes muy fuerte chicas :D

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  10. Simplemente precioso, escribes genial!
    Pude visualizar tus palabras y por un momento me sentí Andrea!
    Saludos bella!

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    1. ¡Gracias! Es justo lo que pretendía al escribirlo, así que me das una alegría inmensa. Muchas muchas gracias. Besos :D

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  11. Maravilloso texto, de lo más intimo y arrebatador que he leído. Escrito con sangre a veces y con espuma de mar otras. Un lujo leerte, eres capaz de sobrepasar las palabras, emocionas y a la vez haces temblar las fibras más sensibles. ¡Cómo sabes dar, Margarita!

    Besos, Ricardo.

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    1. Muchisimas gracias Ricardo. ES uno de mis cuentos favoritos, porque me dejé llevar y creo que se nota. Muchisimas gracias por tu comentario, me ha dejado que no veas. ¡¡Gracias!! :D

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