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Yo te cuento

sábado, 5 de septiembre de 2020

Leonor. Reto #Fuegoenlaspalabras del blog "Crónicas de la loca que cazaba nubes", de Rebeca Gonzalo



Hola amigos, hoy os traigo un reto que mi querida amiga bloguera Rebeca Gonzalo propone en su blog Cronicas de la loca que cazaba nubes. Con el título de #Fuego en las palabras nos propone un texto a partir de esta imagen como una de las posibilidades de participar. 

Y bueno, querida Rebeca. Aquí va mi texto. Gracias por estas iniciativas tuyas que nos ayudan a estrechar lazos.

Leonor

La primera vez que le faltó la memoria, perdió un zapato. La segunda vez, fue algo más relevante, ya que casi pierde la cabeza; no obstante, para eso, tuvo que esperar hasta la tercera vez. En la segunda, solo perdió el trabajo.
Se sentía vacío por dentro, como olvidado. Repleto tal vez de lagunas en su mente y también de falta de calor humano. ¿Dónde estaban los suyos? ¿Dónde su familia, su casa, su persona?
Alguien le dijo con cariño, que tenía un título nobiliario, y que una vez, hacia mucho tiempo, había sido importante, adinerado, popular, influyente. Había sido alguien.
Pero que ahora, con el paso del tiempo, las circunstancias habían cambiado. Perdió la posición, que no el título; pero si el trabajo, la popularidad, la influencia. Se quedó sin embargo con el castillo que de niño creía estaba encantado, y que en su edad adulta le ayudó a conquistar amores y sueños. Ahora, en la etapa más tardía de su vida, solo eran paredes de piedra que necesitaban una buena restauración, pues se caía su casa a pedazos.
Aun así, decidió atrincherarse, y lo hizo, en el lugar donde mejor se sentía. Abajo, en las bodegas, junto a las barricas de las que tanto disfrutó; y con el mobiliario que ella, Leonor, su amor, un día lo decoró.
Un pequeño lecho estrecho que había visto sin lugar a dudas, tiempos mejores. Una vieja radio de pie que ya sintonizaba poco. Su escritorio. Aquél que tantos documentos importantes le permitió firmar, y que ahora, estaba repleto de dudas y garabatos sin consistencia.
La lámpara que Leonor gustaba de cubrir con una fina tela de gasa roja cuando ambos se entregaban a la pasión de escribir sobre sus propios cuerpos. El sillón de lectura de su padre, sin importar si algún bulto indeseado le hacía mover el trasero.
En resumen, en un pequeño espacio cuyas paredes se desgranaban en arena y desganas; todo su mundo. Su lugar de soñar, de disfrutar de un buen libro, de escribir sus propias impresiones, de escuchar la mejor música, de recordar todo aquello que los demás pensaban había olvidado.
Solo faltaba alguien. Su querida y adorada Leonor.
Pero él sabía que en el fondo, ella estaba allí, junto a él, aunque fuese más en espíritu que en cuerpo carnal. Parecía envolverla entre sus brazos a pesar de la estrechez del catre, la veía junto a él sonriendo al indagar sobre sus notas escondidas. La sentía danzando sobre la desgastada alfombra con sus pies descalzos.
Leonor.
Quizás, ya era hora de reunirse de nuevo con ella.
Por eso, no lo dudó demasiado.
Se sirvió su mejor copa de oporto, aquél que tanto disfrutaban ambos. Se fumó su mejor cigarro, escaso, pero auténtico. Como solían hacer tras hacer el amor en aquellas largas noches de confidencias y deseos.
Se sintió joven durante un instante vislumbrando la que fue su vida. No cuando tenía influencia o era popular. Sino cuando era un hombre enamorado que disfrutaba de su amor, de su risa, de su tacto, del terciopelo de su voz, de la espontaneidad de su risa, de la calidez de sus caricias.
Y así, pensando en ella, se dejó llevar por el recuerdo, tiñendo las piedras desgastadas de suaves tapices de pasado.
Así lo encontró una mañana su asistente, aquél que jamás le abandonó a pesar de que hacía mucho que ya no podía pagar sus honorarios.
Y es que como bien decía él a veces, el mejor amigo era el que sin preguntar, permanecía a su lado.
Sobre el escritorio había una caja de madera en cuyo interior guardaba decenas de fotografías de una bella mujer, posiblemente la misma a la que había dedicado páginas y páginas de su diario.
Una tal Leonor.
Fabián, el que fue su asistente, intentó pensar sin lograr recordar ninguna Leonor en la vida de su señor.
Y entonces, fugazmente, recordó… Recordó el suave satén rojo que un día vislumbró entre los trajes del armario. La mancha de barra de labios sobre la almohada. Los zapatos de tacón de un tamaño exagerado para los delicados pies de una dama…
Recordó, el día en que descubrió a su señor, el gran conde venido a menos, vestido de mujer y diciendo llamarse Leonor.
Suspiró.
Echaría de menos a aquel hombre que ahora yacía sin vida en aquél estrecho lecho, de una casa que se caía a pedazos, con recuerdos que él mismo había forjado. Sí. Lo echaría de menos, porque tal vez no estuviese cuerdo, seguro que había telas de araña en el interior de su caja fuerte. Podía haber polillas entre sus sábanas, o en sus muebles. Pero nadie podía arrebatarle lo que se llevó con él.
Con cariño, le desmaquilló los labios de aquel rojo intenso. Borró la sombra azulada de sus ojos, pero dejó el tenue maquillaje que cubría su rostro.
Siempre le había favorecido aquel color.



28 comentarios:

  1. Wow! Me gustó mucho tu relato Margarita. Mi interpretación es que muchas personas mayores posiblemente llevan toda una vida ocultando su orientación sexual. Es muy triste que tengan que morir en soledad por vergüenza o por el miedo "al qué dirán". En este caso probablemente el personaje fue perdiendo su memoria a causa de su tristeza enorme o de una depresión que arrastraba hace ya muchos años. Quizás me fui para otro lado jeje Pero me encantó, muy bien relatado a partir de la fotografía. Besitos!!!!!

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  2. Muchisimas gracias lady Blue.😍😍😍😍😍😍

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  3. Me ha encantado. Es una preciosidad, Margarita.
    Un beso fuerte.

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    1. ¡Muchisimas gracias Rocío! Un beso muy fuerte cariño :)

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  4. ¡Menudo relato! Me has dejado con la boca abierta. Está perfectamente trazado y el final es sorprendente. Me ha encantado leerlo. Te felicito.
    Besitos, Margarita

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  5. que maravilla lo que escribes y lo que eres

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  6. Me encanto tu relato Margarita, es hermoso. Yo tengo un escritorio parecido al de la imagen...... Saludos amiga.

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    1. ¡Hola Sandra! Muchisimas gracias. Pues es un escritorio con personalidad, me encanta. Besos :D

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  7. La felicidad nos persigue y a veces nos alcanza muy buen relato Margarita, me ha sorprendido. Un abrazo.

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  8. Hola, Margarita, vengo de ver tu enlace en el blog del reto de Rebeca. No sé si he venido antes, discúlpame si no recuerdo.
    Ciertamente, el texto tiene esa candencia nostálgica, un poco de pena y de rabia contenida... un algo de resignación pero precioso el texto, además, con la imagen tan inspiradora.
    Un beso y nos iremos viendo alguna otra vez, seguro.

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    1. ¡Hola! Muy bienvenida y muchisimas gracias. Me animé a participar de una forma un poco ajetreada, pero ha sido divertido. Deseando leer a todos. Muchos besos y gracias de nuevo 😍

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  9. Hola, me ha encantado, un texto precioso, como siempre.
    Besos desde Promesas de Amor, nos leemos.

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  10. Halaaa, Margarita!!! Siempre me sorprendes con tus relatos, éste encoge el corazón, muy chulo!!!!
    Muchos besitos ;)

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  11. Hola,
    Maravilloso como siempre, me ha encantado y me has dejado sin palabras.
    Besos desde Promesas de Amor, nos leemos.

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  12. Hola Margarita, tu relato es muy bueno, sobretodo el desenlace cuando se ha descubierto la identidad de Leonor.

    Besos.

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  13. Por cierto la imagen que lo acompaña es muy adecuada.

    Abrazos.

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    1. ¡Muchisimas gracias Conchi! La imagen es la que nos da Rebeca para escribir el relato. ¡Me ha encantado hacerlo! Besos :D

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  14. Margarita: que hermosa historia, me he conmovido. He visto cada detalle de esa casa y llevada de tu mano he conocido a un Conde maravilloso.

    Me encantó.

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  15. Que hermoso escribes
    Margarita y que inspiración.
    Genial
    Saludosbuhos

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