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Yo te cuento

domingo, 20 de agosto de 2017

El mensajero de las olas. Capítulo 2


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Capítulo 2

Macarena volvió a buscar en la alacena. ¿Cómo era posible que se hubiese terminado todo el queso? Allí había un ratón. Uno muy, muy grande, de tan solo dos patas y al que le faltaba algún que otro diente.

- ¡Daniel! ¿Has vuelto a terminarte el queso?

Unas sonrisas traviesas llegaron hasta ella. Su sobrino iba a terminar con su paciencia, cosa que era dificil en cierta forma, pero que podía pasar.

- ¡Venga tita! ¡Vamos a la paya! ¡Vamos, vamos!
- No sé qué decirte desdentado picaruelo. Volviste a dejarme sin queso para los macarrones. Así no hay forma. Te voy a perdonar por esta vez, pero prepárate para sufrir un terrible castigo a la siguiente. Algo así como... ¡¡Cosquillas!!

Tía y sobrino salieron corriendo por la playa mientras Ana los observaba a ambos. La anciana no sabía cuál de los dos era más niño, si el pequeño a sus ocho años o su nieta a los veinticinco. Ah, pero aquellas risas eran música celestial en sus cansados oídos. El olor de la pasta llegó hasta ella. Ummm, su nieta era una gran cocinera, pero ella no probaría aquellos macarrones. A ella le tocaría tomar crema de verduras y pollo y alguna pieza de fruta. Macarena era muy estricta con su alimentación. Desde que se la trajo de la residencia de ancianos hacía ya casi dos años, había cuidado de ella con todo el amor del mundo.

La observó desde la ventana. Parecía una sirena a la que la vida le había regalado piernas. Aquella muchacha no lo había tenido fácil en la vida, pero ahí estaba. Era una luchadora sin igual. Los padres de Macarena vivían en el interior y trabajaban ambos. Pero la muchacha adoraba el mar, como ella. Así que decidió comprar aquella casita con todos sus ahorros y la ayuda de una hipoteca. Un lugar donde poder recrearse en hacer lo que tanto amaba y que se le daba tan bien como la cocina... pintar. Ya llevaba tres exposiciones en los últimos tres veranos, y  había comenzado a vender sus cuadros. No habían sido muchos, pero sí los suficientes para vivir. Sus ojos se humedecieron al recordar la primera de aquellas exposiciones, donde ella asistió orgullosa acompañada por el que había sido su amor breve pero intenso. Cuánto le echaba de menos.

La gente mayor suele tener cierta aprensión a las residencias de ancianos, pero en su opinión, se equivocaban. Cuando Ana entró en la Residencia tuvo miedo de quedar aislada de la vida, pero fue al revés. La residencia era humilde, pero estaba repleta de gente encantadora. No solo estaba muy bien cuidada, sino que hizo una gran cantidad de amistades, y entre esas amistades, encontró el amor en otro anciano que allí se encontraba. Un hombre que había sido marinero toda su vida hasta que los avatares le fueron quitando ganas, fuerza y familia, y él mismo, por propia decisión decidió ingresar en la residencia.

Aquellos dos años junto a Luís fueron... mágicos. Lo mantuvieron ambos en secreto. No querían que sus familias se burlaran de ellos. Pero incluso llegaron a barajar la opción de casarse. Y así lo hicieron, solo que en lugar de un sacerdote fue Eva, una de las auxiliares, quién los “casó” uniendo sus brazos e intercambiando unas hermosas sortijas fabricadas con lana.

El ruido de la risas del pequeño Daniel y Macarena llegaron a ella. Y acompañada de esas risas y de vez en cuando de alguna bronca, fue transcurriendo el día, hasta que al atardecer el hermano de Macarena vino a llevarse a un reticente Daniel que quería quedarse más tiempo. Después de eso, como cada noche, la joven preparó su vaso de leche con tila a la abuela, la ayudó a acostarse y la besó en la frente.

- ¿Te vas?
- Sí. ¿De veras no te importa quedarte sola abuela?
- Sabes que no. Y ambas sabemos que tienes una cita con tu ensenada.
- A estas horas no hay nadie y es toda para mí. Además... igual encuentro un nuevo tesoro.

Ana sonrió. Un tesoro que compartirían al día siguiente.

Poco después, Macarena corría por la playa con la agilidad propia de la edad, a unos metros del agua se despojaba de su túnica y corría a sumergirse en las frescas aguas. No le importaba que el cielo estuviese cubierto de estrellas en lugar de regido por el sol, y tampoco le importaba que el mar se viese del color del firmamento reflejando la oscuridad nocturna en lugar de con aquél hermoso tono verdoso del día. 

Era su momento a solas con el mar, el momento donde era ella, solo ella, y nadaba a sus anchas. Más de una vez habia deseado hacerlo desnuda, pero a veces, algún que otro turista despistado terminaba por allí. Donde nadie acudía era a su recodo. Con impaciencia y deseo, nadó hasta las rocas que ella ya tan bien había aprendido a identificar a pesar de la noche. Un pequeño recodo en la ensenada, donde sobre la arena descansaban algunos artilugios que la gente arrojaba al mar y que ella, personalmente, limpiaba cada día.

Así fue como encontró la primera de ellas y la llevó a casa como quién tiene un trofeo. Una semana después apareció la segunda. Si le sorprendió la reacción de su abuela la primera vez, la segunda fue impresionante. La anciana lloró de pura emoción al ver aquél segundo tesoro encontrado y ambas decidieron buscar un sitio prefererente. Así era como en el pequeño salón de la casa habían habilitado una estantería donde ya descansaban siete de aquellas botellas de cristal de colores, todas alineadas, unas al lado de otras.

El brillo del cristal llegó hasta donde estaba y corrió a ella con devoción. Esta vez era una botella de color azul. La tomó y la colocó para verla mejor. Sí. Allí estaba. Con nerviosismo se sentó sobre una de las rocas y sacudió la botella para que el pequeño envoltorio que había dentro saliese. Un pequeño rollito de papel muy bien enrollado salió de la misma. Despacio quitó el pequeño lacito y buscando el amparo de la luna y su linterna empezó a leer...


12 comentarios:

  1. Holaa
    ¡QUE INTERESANTE!
    Deseando leer el siguiente capítulo ya
    Un besazo!

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    1. Ja ja ja, ¡Me alegro Naya! Prontito lo leerás. Muchos besos :D

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  2. Ohh, ya tenemos a los dos personajes de la historia.
    deseando ver que pone en las notas.
    un saludo

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    1. ¡Gracias Sara! Pues vas a tardar poquito en saberlo, el próximo finde conocerás algo más sobre esas notas. Muchos besos :D

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  3. ¡¡Ayyyyy que mala, cortar justo ahora!!!

    Muy buena la trama.

    mariarosa

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    1. Ja ja ja, ¡gracias María Rosa! Prontito más. Muchos besos :D

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  4. hola!como todos, esperando que sucede! saludosbuhos, vas al muro.

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    1. ¡Muchas gracias chicas! Adoro el muro buho. ¡Muchos besos! :D

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  5. ¡Pero qué bonito!!!!
    Lo siento por tus lectores, yo no me incluyo porque compraré tu novela. Este principio se merece que te apliques con tesón y te decidas a escribir una larga novela. Herramientas no te faltan, dale tiempo al tiempo y déjate llevar por la magia de tus palabras.

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    1. Oh Nuria, muchisimas, muchisimas gracias. Que eso me lo diga alguien que escribe como lo haces tú me llena mucho. Y en cuanto a mi novela, uf, estoy super nerviosa y ansiosa y asustada y... me siento otra vez como si tuviese diez años, ja ja. Si entras en la pestaña de proyectos podrás ver las tres novelas que tengo escritas sin publicar. La primera que verá la luz fue la primera que escribí, la de las Estatuas. Ya te iré contando. Muchos besos y muchas gracias de nuevo :D

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