Bilbao, calma y leyenda

 

Hola amigos míos, ¿veis esas gaviotas de la imagen? Pues así me sentí el pasado fin de semana cuando desde el viernes día 3 al domingo 5 de marzo, visité Bilbao con unas amigas. ¿Contaros? Uf, fue una auténtica maravilla. 

Y es que un día te levantas, estiras los brazos... y alzas el vuelo.

No vas sola. Te acompañan tres amigas del alma de las que no comparto fotos por respeto a su intimidad, pero que han sido luces y melodía.

No buscas más que respirar. Y respiras.

 

Bilbao abrió sus brazos y nos acogió, y lo hizo con amor. Nos envolvió en mitos y leyendas, nos mostró sus cambios, la vida de sus calles, los misterios de su ría, los bosques donde habitan criaturas mágicas que ahora reposan en forma de estatuas en los puentes. Nos mostró el arte curvo de sus formas, el pincel curioso de la variedad tan dispar de sus edificios, que resultan, simplemente, extraordinarios.

 

 

Respirar es mucho más que tomar aire. Es saborear ese aire... con calma, con la mejor compañía, y en un escenario que incita a no mirar el reloj, aunque solo sea por unos días. Invita a escuchar leyendas en la noche, junto a Gorka, nuestro guía del Free Tour; conocer los recovecos y las nuevas dimensiones de la Bilbao actúal y esencial junto a Saioa, nuestra también guía del Free Tour. Probar sus pintxos y, como no, el txakolí. También probamos la cerveza, pero comprobamos que su precio se dispara en aras de el vino, que al contrario que aquí en mi ciudad, es más económico. 

 

Pero lo que más me ha gustado han sido sus gentes. Personas amables donde las haya, envueltas muchas de ellas en el propio misterio de una mitología que viste sus calles, por otro lado silenciosas, pues aun en multitud, el silencio reina. 

Nos hablaron de una época anterior, donde el cielo era todavía más gris, y no por nubes de tormenta. 

 

En los tres días que hemos pasado allí, nos recibió el primer día la lluvia, pero con respeto. El segundo fue día de nubes vacías, y más calidez. El tercero, para despedirnos como a buenas andaluzas que retornaban, nos regaló un sol alegre.

Nos faltó visitar a La Mari en Anboto, aunque si os soy sincera, creo que estuvo todo el tiempo con nosotras, y que incluso, igual ahora junto a ella, hay un eco de sonrisas andaluzas que han dejado en Bilbao, un cachito de sí mismas.

Os comparto algunas imágenes, una mínima parte de todas las fotografías que hicimos, pero... aquí están.