3 de diciembre, Día Internacional de las personas con capacidades diferentes

La palabra "discapacidad" no me gusta, lo siento, pero no puedo con ella. Siempre prefiero decir "capacidad diferente". Me gusta compartir fotografías de mi hermano, así, alegre, sonriente, feliz. Pero no todos los días son así, no todos los momentos son así. 

Hay días muy duros, días en los que veo un velo en su mirada que es triste, que duele. Esa chispa que había y que siempre tenía la luz de la picardía, ahora es más tímida y tarda más en aparecer. Por suerte, sigue ahí. 

La vida de estas personas con capacidades diferentes no es idílica, tampoco es un cuento de hadas, más bien es un cuento gótico de los Hermanos Grimm. Y sin embargo...

Jamás he visto tanta magia, ni he sentido tanta hermosura, como cuando mi hermano me abraza. 

Como tú y yo, ellos necesitan y tienen derecho a vivir su vida, a tener su intimidad, sus sueños y logros, y también a equivocarse en las decisiones. 

Si este día sirve para visualizar no solo esas caras sonrientes, esos calcetines de colores, o esos deseos repletos de buenas intenciones; sino para hacer ver también que tienen necesidades que quedan en el olvido, alabado sea. 

Mi hermano tiene suerte, tiene a su madre, y sus hermanos. Tiene a sus compañeros y amigos, y a esos maravillosos profesionales del Centro de la Unidad de Día "Manuel Díaz El Cordobés", del Viso del Alcor. Pero hay hombres y mujeres ya, con sus padres muy mayores, algunos ya sin padres. Hay hombres y mujeres ya, que son totalmente dependientes, que no pueden estar solos en ningún momento; que necesitan ayuda.

Así que abogo, hoy día de las personas con capacidades diferentes, para que haya más medios, más economía, más recursos y más escucha para todas estas personas maravillosas que necesitan cuidados a diario, y muchos de ellos, en cada momento de su vida. Y abogo por sus cuidadores, esos grandes olvidados silenciosos que dan cada parte de sí para poder volcarla en ellos. 

Hoy, día 3 de diciembre, abogo para se tome conciencia de la necesidad de hacer, de la vida de estas mágicas personas, una vida lo más normal posible dentro de sus limitaciones, y sobre todo, para crear espacios donde puedan ser ellos mismos y que puedan descubrir que, en efecto, no son discapaces, sino capaces y muy válidos de una forma algo distinta.