Pulgarcita

 

La llamaban Pulgarcita, y se le habían caído las alas. 

Buscó y rebuscó información hasta que encontró un libro en la biblioteca del señor Oruga, que decía: "Todo tiene solución". 

Había remedios para aliviar el picor de pies del Basajaun. Una pócima para que la verruga de Úrsula no creciera en demasía, un ungüento para calmar el beso de la ortiga y una receta para apaciguar el mal de amores. También había una advertencia sobre el olor de pies del troll y un consejo básico para extraer polvo, de una raíz, que reparaba la piel quemada por el dragón en los días de hipo. 

Y por fin... ¡Cómo recuperar alas perdidas!  

¡Oh, oh! 

1. Tal vez las alas no se han perdido, sino que se han marchado por propia voluntad. ¿Las trata usted bien? ¿Las acaricia tras cada vuelo? ¿Les canta en las noches de invierno cuando el frío las cuartea? ¿Las decora en primavera? 

2. Tal vez las alas se han caído porque necesita tomar vitaminas. ¿Toma suficiente sol? ¿Se alimenta bien? ¿Abusa de los licores medicinales que embriagan? 

3. Tal vez es usted tan despistado que las ha dejado por ahí tiradas. Revise su camino diario y llámelas mientras lo hace. 

4. ¿Padece estrés? El estrés hace que se caigan las alas. 

Pulgarcita se sentía confusa. Ella no nació con alas como sus hermanas. Lloró tanto en su día que la abuela árbol le regaló unas alas de mosca, pero eran demasiado pequeñas. Las de mariposa demasiado grandes. Intentó las de libélula, pero eran tan rápidas que le provocaban vértigo. 

Y tuvo una idea. 

Tomó el libro bajo el brazo y se dirigió al lago de las respuestas. Bebió y bebió hasta casi atragantarse sin soltar el libro y después, lo abrió con cuidado. Una nueva página se había escrito...

"¿Cómo recuperar alas que nunca fueron tuyas?"

La respuesta apareció por ensalmo:

 

Trabaja tus propias alas, 

si es tu deseo,

más piensa...

si tu espalda de alas venía desprovista,

¿por qué obligar a vestirla?

 

Pulgarcita parpadeó perpleja. 

Si no tenía alas no podría volar. ¿Qué hada no volaba?

Volvió a abrir el libro. 

Y leyó.

"No necesita alas aquél maravilloso ser capaz de volar con la mente".

Y fue entonces que Pulgarcita sintió que se elevaba en el suelo. Pues igual llevaba las alas por dentro. Ello le provocó tal euforia que dibujó varias volteretas en el aire y entonó su canto alegre. 

El libro volvió a reescribirse:

"No necesita alas aquél maravilloso ser capaz de volar con la mente. ¿Dudas? Pregúntale a PULGARCITA".