Un rincón del bosque

 

Cuando era niño se burlaban de él porque afirmaba haber visto como los árboles se movían en las noches. 

Con el paso de los años, se obsesionó con ello, al tiempo que los años pasaban y su soledad solo era apaciguada cuando el bosque le acogía. Se pasaba horas escuchando el silencio y rodeado de hermosas mariposas que se posaban sobre sus brazos y entre sus dedos.

Le diagnosticaron una extraña enfermedad. Le dijeron que su cuerpo se "engarrotaba". Su espalda se arqueó, mientras su mirada se posó ausente en el suelo en lugar del cielo. Uno de sus brazos era difícil de levantar, el otro era difícil de bajar, mientras los dedos de sus manos y pies se estiraban de forma anómala y extraña. 

Los humanos le miraban con cierta repulsión. El bosque cada vez se le antojaba más hogareño. La enfermedad le llevó a saber que su cuerpo también se arqueaba por dentro, arañando los resquicios de su vida. Un día, desapareció sin más.

Cuentan los lugareños, que en el bosque hay un rincón siempre bañado por la luz. Un lugar donde los árboles parecen tener forma humana. Uno de ellos, asemeja a un hombre con la cabeza agachada y sonriente; uno de sus brazos extendidos.

Parece ser que el musgo del lugar lo ha recubierto por completo, y hay quien dice que en las noches, cuando la luna más hermosa se ve, infinidad de mariposas revolotean sin cesar sobre él...