Érase una vez... un juego maravilloso

 

Érase una vez que se era... un juego repleto de enigmas, donde el resolverlos te lleva... tachám, tachám... A lo que tú mismo escribas. 

Llegué a este mundo de la mano del otoño. Nací cercana al Guadalquivir y los naranjos en la localidad cordobesa de Palma del Río. 

En mi nacimiento ocurrió algo insólito. Hubo una complicación a la hora de nacer, un nacimiento que llegó de forma repentina. Quizás tuvo algo que ver, que mi padre y mi madre se subieron juntos a una pequeña moto, para atravesar caminos, piedras y dejar atrás arboledas, hasta llegar a la casa de un fotógrafo. Sí. Mis padres no tenían ninguna fotografía de mi madre embarazada. Así que del instante de la foto, tuvieron que salir pitando, nunca mejor dicho, para el hospital más cercano. 

Decidí poner pegas. Retrasarme un poquito más, que estaba agustito, y me habían zarandeado. Pero claro, mamá naturaleza quiso que la cosa continuara. Y en fin, nací azul. 

A mi alrededor surgió el miedo. Pero mi abuela, que era una mujer como pocas he llegado a conocer, y que no me preguntéis cómo, ya estaba allí cuando yo decidí ver la luz... dijo que todo estaba bien. Y cuando el ángel de mi abuela decía que todo estaba bien, lo estaba. 

Así que nada. Llegué al mundo de color azul y con dos grandes orejas. 

Lo relato feliz, pues siempre digo que aquello ocurrió porque nací de un cuento. Mi piel era azulada porque venía del mundo de los sueños, y mis orejas no eran grandes, sino orejas de elfo. 

Tuve que convertirme en humana. Había que adaptarse. Una pitufa se veía extraña. 

Pero los cuentos, siempre me han acompañado. Y este año, que tanta falta me hacía, volvieron a abrazarme en mi cumpleaños. 

Érase una vez que se era... una dama de rubios cabellos que peinaba un dinosaurio escondido, mientras el dragón tomaba nota de cuántos eran los príncipes encantados que se aposentaban en su regocijo. Puertas ocultas y cuervos que gritan al gentío, mientras ella sostiene la bola dorada que contiene el secreto...

Y allá llega el caballero bravío, portando lanza y corcel. Intentan detener su paso la bruja y el bosque sombrío, pero el caballero es valiente y tiene una misión. 

Traspasar las campanitas azules y buscar a su amor...

Pobre caballero. 

No sabe que la dama es libre cual el viento, y que si la ama, no se la llevará a su castillo. Sino que deberá quedar junto a ella viviendo en una cabaña de madera que huele a pino, y contando sapos que antaño fueron príncipes que intentaron cambiar a la dama...

Más, que osadez la mía. Narrar la historia sin respetar las normas del juego...

Veamos que dicen las cartas (pliegos encantados traducidos por un antiguo mago)

El fastuoso marqués partió aprisa hacia el castillo. El camino se mostraba árido y su carruaje era antiguo. 

Partió al alba, portando sus mejores galas, a fin de causar una excelente impresión a la dama que conforme a la leyenda, dormía en el torreón.

Sería fácil la empresa con su porte y gallardía. Solo necesitaba llegar de día. Besar a la dama y ser feliz por siempre, con millones de sirvientes.

Pero un evento le produjo desazón. En su camino, una bruja encontró. Quiso darle una manzana, pero él sentía desgana, además de repulsión. 

¡Menuda fatalidad! Una ventana tenía que trepar, si a la dama quería sorprender. Más si tomaba alimento alguno, seguro no iba a poder.

La bruja comprendió que aquél hombre solo pensaba en sí mismo. Y eso, la enfadó. Así que su aspecto cambió. Le cambió los ropajes, en cerdo convirtió el carruaje. En lugar de la bolsa le regaló un pez. ¡Qué insensatez! Por sombrero una sartén. Y además, lo sentó del revés...

¡Vaya usted señor marqués! 

Sí es que el señor marqués, siempre fue rarito, mire usted. 

De esa guisa tenía que caminar. Sin compañeros de verdad. Aturdido y asombrado, ¿Qué había pasado?

Si hubiese ido por amigos acompañado, alguno podría haberle avisado. 

Qué contrariedad. Que ambigüedad. ¿Cómo ahora a la dama conquistar? 

Incluso había olvidado el nombre del lugar...

Más quiso el destino, que un gigante bárbaro apareciese en el camino. 

Qué cosa.

Se sentía perdido y abatido. Más el gigante le dijo podía ser su amigo. 

Y aceptó. Se sentía tan solo que no pensó. Solo dijo "sí", y el gigante a su hombro le subió, a pesar de que aquél extraño personaje, desprendía un curioso olor. Quizás eso le pasaba por viajar en cerdo, en lugar de en un carruaje. 

Pero el gigante nunca había tenido amigos, pues todos temían su tamaño. Se ve que aquél desconocido, no le temía a él, aunque sí a un baño. 

Decidió hacerle un favor. Y en un río, se sumergió. El marqués salió chorreando, pero feliz. Qué alivio ante el calor. Además, había tomado una decisión. Quizás el reino debía cambiar de nombre, y llamarse "Agua fresca" en lugar de "Ventresca". Sonaba más hermoso y más digno de un futuro rey. 

Más... como conquistar a la dama con ese aspecto tan singular. 

Qué cosa le dijo su amigo. Si la dama no te acepta como eres, es que no te quiere. 

Y fue entonces que el marqués se dio cuenta, de que jamás se había sentido tan liberado como ahora, que no era nadie. Sin título, sin sirvientes, sin carruaje. Sin tener que conquistar a una desconocida que solo sabía dormir. Qué pereza trepar muros. A saber desde cuando la dama no se bañaba. O si alguien la peinaba. Igual tenía una gran verruga en la cara...

Una decisión tomó.

Sería libre y plebeyo. Se quedaría a vivir aventuras con su nuevo amigo y buscaría a la bruja para darle las gracias y comprarle una manzana. Qué de hambre que tenía, veía dobles las ganas. 

El gigante encendió un fuego, y la maldición se deshizo como fue predicho. 

El marqués volvió a lucir espléndido y altanero. 

Más... se desnudó aprisa de aquellos molestos ropajes. Era más divertido recorrer los caminos a hombros de su nuevo amigo. 

Y colorín colorado, con las brujas ten cuidado. A veces sus manzanas, son las más sanas. No te olvides de los amigos que no te abandonan. Y duda de los amores que quieren que tú lo hagas todo. Que el amor es faena para hacer a medias. 

¡Y no te fíes de las apariencias! 

¿A qué pensabas que yo era humana? Pues no...

Bueno amigos, pues esta ha sido mi loca entrada de hoy, ja ja.

Espero que este juego os haya divertido. Creado por Richard Lambert, Andrew Rilstone y James Wallis. Ilustrado en su tercera edición por Omar Rayyan. 

114 cartas de historia y 51 de Final y reglas. 

¡Toda una aventura!

GRACIAS A MIS HIJOS Y MI YERNO (MIS TRES NIÑOS) POR ELLA