Las campanitas de doña Serafina

Doña Serafina es una mujer muy fina, que adora bordar, dibujar, y exquisitos postres cocinar. 
Pero se le acabó la pintura, los lienzos, la canela, los huevos y el azúcar. Se quedó sin hilos, ni brocados, y sin tinturas. 

Pobre Serafina. Aburrida está. Necesita descender hasta la aldea para así poder comprar. Pero el tiempo está frío, y la lluvia amenaza con empapar su lindo vestido de tul; así que doña Serafina ha decidido que no le apetece en este instante bajar. Oh, doña Serafina, ¡menuda contrariedad!

Pero nuestra doña, que es mujer fina, lleva mucho tiempo oculta en el monte, y sabe hilar con la seda que deja el rocío en la mañana, con las cosquillas de la lluvia, y hasta con hilo con el que tejen las arañas. 

Pequeñas tulipas blancas ha cocido, calentando el agua del río. Pero...¿con qué tintarlas? Frutos del bosque ha recogido, y con ellos varios diseños ha decidido. Despacio y con paciencia, va dibujando en ellas espacios, para cocinar a fuego lento, el mejor almibar que las abejas le regalan. Un poco de savia, y los restos de un panal, unas gotas de semillas y el toque de un rosal. 

Las campanitas ahora son del dulce color de la miel, y tintinean por doquier. Oh, sí, doña Serafina sonríe, orgullosa de su quehacer. Con mucho amor, en un inmenso árbol son prendidas al azar, formando un cielo de pequeñas luciérnagas que brillan como el cristal. Y dentro de cada una, pues doña Serafina es buena cocinera, ha depositado un regalo para aquél que a cogerlas se atreva. 

En unas hay besos. Y en otras risas. Las hay con bellos recuerdos, y también con promesas. Pero ojo, que como doña Serafina se quedó sin azúcar ni brocados, alguna quizás no sea de tu agrado. Tal vez, en alguna de ellas, penda un hilo de aquello que tú mismo has de tejer. 

Y es que, amigo mío, la magia existe, y los sueños también... pero para que surtan efecto, eres tú quién los ha de cocer.