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domingo, 17 de junio de 2018

El hombre que escondió el sol en una caja de cartón. Capítulo 2



Capitulo 1


Capítulo 2


Setenta y cinco años tenía el alcalde, Jacinto Sotomayor, cuando enviudó. 

Durante el transcurso de su vida, Jacinto había hecho tantas cosas raras que pocos se sorprendían de sus hazañas e historias. Solo su amada Ana y él sabían de aquél ramo de luciérnagas que él le llevo en una ocasión. Nadie jamás se explicó como el joven alcalde conseguía que en los días de luna llena, el agua de la fuente de la Plaza Mayor se viese de colores.

Los más supersticiosos del pueblo alegaban que aquél a quien habían nombrado alcalde, tenía una especie de pacto con las fuerzas oscuras del más allá. Mientras que los más jóvenes pensaban que era un mago. Lo cierto es que Jacinto no podía explicar por qué le pasaban aquellas cosas. Él solo sabía que cuando deseaba algo con mucha fuerza, la forma de hacerlo llegaba a su cabeza.

Es como cuando en su viaje de novios, Ana quiso llevarse un suvenir de África. Jacinto le preguntó que qué le gustaba más, y ella dijo que aquél cielo despejado donde las estrellas parecían más grandes. A la siguiente mañana, Ana descubrió un brillo inusual saliendo de su joyero. Al abrirlo, observó extasiada un pequeño fragmento de algo que no podía describir y que le daba miedo tocar, pero que relucía tanto que cegaba. Y bueno, quizás olvidé mencionar que tras el primer beso de la pareja, llovieron pétalos de rosas como si de lluvia se tratase durante cuatro días.



Por supuesto, Jacinto decía que él no tenía nada que ver con aquellos sucesos. Pero todos en el pueblo sabían que él tenía mucho que ver, aunque fuese de forma inconsciente. Y era tal la bondad y la paciencia de aquél hombre, que todos en el pueblo aprendieron a respetarle y a no hacer preguntas cuando veían algún extraño fenómeno.

Hasta aquél trágico día.

La señora de la guadaña llegó sin avisar, sin pedir permiso, y se llevó a Ana. Jacinto intentó retenerla, incluso cambiarse por ella, pero no fue posible. Su hora aún no había llegado.

Así que Ana tuvo que partir, no sin antes darle un beso a su marido y pedirle que comprendiese, que ella le esperaría al otro lado, que no tuviese prisa.

Ahí fue cuando Jacinto hizo lo que hasta ahora jamás se le había ocurrido a nadie. Retó a la señora de la guadaña para que también se lo llevase a él. Y la señora de la guadaña se enfureció. ¿Por qué los hombres pensaban que podían mandar sobre ella?

Durante días, los lazos negros caían por doquier y nadie sabía de donde procedían. Era como si las nubes repletas de agua, ahora solo pudiesen tener lazos negros en su interior.

Los naranjos empezaron a producir las naranjas amargas y el campo de patatas del señor López se llenó de calabazas en un tiempo que no era el adecuado. Las vacas empezaron a dar la leche agria. Y la señora Coralina, conocida por todos por sus maravillosos cuentos, no podía dejar de llorar y contar historias tan tristes que todo era abatimiento.

Pero no era suficiente.

Jacinto era un hombre religioso. El suicidio no podía entrar en sus posibilidades. Así que rogó una y otra vez a la señora de la guadaña que se lo llevase, escribiéndole innumerables cartas que hicieron a la negra dama exasperarse y hasta visitarle en sueños para advertirle que cada cual tiene su hora fijada, y la de él aún no había llegado.

Tanto era así, que le avisó de que si por ella fuese, adelantaría el día para que la dejase en paz con tanta misiva, pero que ello, no estaba permitido. Ella misma desconocía cuando había de recoger cada alma, pues el nombre en cuestión aparecía escrito por obra del destino en el filo de su guadaña, justo en el momento adecuado.

La tristeza de Jacinto empeoraba cada vez más, y ya ni siquiera le consolaba observar las hortensias que con tanto amor Ana sembró y que gracias a su ayuda, tenían una altura considerable.

Estaba desesperado. Tenía que pensar en algo lo suficientemente gordo para cabrear al destino y que se lo llevase de una vez. Y entonces, fue cuando la idea llegó a su mente.

Escondería el sol.

Para cualquier otra persona, esto podría ser una auténtica locura. Pero no así para un hombre como Jacinto.

Con pasos decididos, entró en casa y buscó y buscó hasta que encontró una caja de cartón apropiada. Debía ser un cartón resistente para soportar la temperatura del sol. Llegar hasta allí arriba iba a ser más complicado, pero no imposible. Sabía que en casa había una escalera muy alta que podía enganchar al campanario de la vieja iglesia. Solo tenía que conseguir la suficiente altura para llegar hasta el sol.



Si la luz de su vida se había apagado, él apagaría la luz para todos.

Y así fue, como una mañana, todo el pueblo despertó asustado, porque a pesar de ser las ocho de la mañana, el cielo estaba oscuro, negro y extraño. Jacinto lo había decidido. Si la vida se había llevado a su luna, él escondería el sol. Disgustaría tanto al destino, que al fin, su nombre se vería escrito en el filo de la guadaña.

Lo cerró bien cerradito y lo cubrió con varias mantas, bien oculto en un rincón de la buhardilla. Se quemó las manos en el proceso, pero no le importó. Ya estaba hecho. 



19 comentarios:

  1. Qué historia tan mágica. Un beso

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    1. Gracias Susana. Pues está llegando a su desenlace, espero que te guste.
      ¡Besos! :D

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  2. Holaaa
    Que maravillosa historia querida, de verdad, nunca dejes de escribir
    Un besazo!

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    1. Muchas gracias Naya, ya está casi en su final. Besitos :D

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  3. ... podría decirte que eres una romántica, pero ello no sería justo... eres una creadora de sueños, esos mismos que todas las personas soñamos pero que al amanecer queremos esconder... gracias amiga mía por esconder el sol.

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    1. Gracias Jesús. No te creas, fue fácil esconderlo, lo que no fue tan fácil fue... ¡ah! ¡No puedo desvelarlo! Ja ja.

      ¡Besos! :D

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  4. tu magia cuando escribis me conmueve
    abrazos vannnnnnnnnnnn

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  5. Esperando la tercera parte un abrazo Margarita.

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  6. Que personaje don Jacinto, veremos como sigue la historia.

    Muy buena e interesante mi querida Margarita.

    mariarosa

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    1. ¡Hola María Rosa! Es un personaje peculiar ¿verdad? Pues muy prontito veremos como se resuelve esto, que ese sol guardado en una caja, uf...

      ¡Besos! :D

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  7. Es que el dolor tan grande de perder para siempre a quien quieres... Que magia siempre en tus palabras, querida Margarita, deseando saber que sucederá y cuando volverá a ser libre el sol.

    ¡Un besote!

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    1. ¡Hola Diana! Ainss, este finde el desenlace. ¿Qué pasará?

      ¡Muy buen finde! :D

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  8. ¡Me encanta tu capacidad para hacer de la realidad pura magia!
    Un abrazo.

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