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Yo te cuento

sábado, 23 de septiembre de 2017

Una parada en el camino. Capítulo 1




Capítulo 1

Se sentía angustiada. El viento arreciaba con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos de fijar la dura dirección de su vehículo. La lluvia golpeaba con furia y los limpiaparabrisas parecían querer salir disparados. La carretera comenzaba a volverse invisible y la noche empezaba a ser un hecho.

Ángeles sintió deseos de llorar. Miró por el espejo retrovisor y se dio cuenta de que la pequeña Carolina se había dormido. Suspiró con fuerza, no veía con claridad las señales. Las bifurcaciones del camino aparecían ante ella sin tiempo a tomarlas. La tormenta aumentaba y empezó a tener miedo a no poder controlar el vehículo.


Un letrero luminoso apareció ante ella. No veía con claridad el edificio, pero sí leía con claridad “Hostal El Cruce”.

No lo dudó un instante. El agotamiento al que se enfrentaba no le daba seguridad y la vida de su hija y la suya propia estaban en peligro en esas circunstancias.

Un bache la hizo votar afianzando su decisión de detenerse. Al fin detuvo el coche lo más cerca posible del porche que había en la entrada de lo que resultó ser un pequeño hostal, que no debía tener más de cuatro habitaciones.

La lluvia no le permitía verlo con claridad, pero desde el interior del coche daba más la sensación de una gran casa, que de un pequeño hotel. En cualquier caso, eso le daba igual.

Por suerte llevaba su mochila. Desde que Carolina había nacido siempre la llevaba con lo que ella ya denominaba su “kit” de supervivencia.

Con decisión, se amarró la mochila y tomó a la pequeña en brazos, empapándose casi por completo en el proceso. La niña solo tenía dos años y no iba a dejarla bajo ningún concepto sola en el coche. La envolvió en una manta de viaje que llevaba en el coche y corrió lo más aprisa que pudo con Carolina apretada contra el pecho.

No la tranquilizó el aspecto que presentaba el hostal por dentro. Parecía más bien un edificio a punto de derrumbarse que un lugar donde cobijarse. Pero no era el momento de fijarse en lo oscuro de las paredes, o en los cuadros que atraían la mirada por permanecer en un extraño estado de equilibrio... ni tampoco en la pintura sucia o caída, el estado gastado de la alfombra que subía o un roedor que le pareció ver pasar rápido para meterse tras un sillón.

Ángeles tragó saliva y miró hacia fuera escuchando los truenos que parecían dirigirse a ella advirtiéndole que no volviese a salir.

Con precaución,  se acercó a un pequeño mostrador a unos cuatro metros de la entrada y tocó una pequeña campanita, reviviendo en su mente todas las películas que había visto de Alfred Hithscock.

No tardó en escuchar un “¡Ya voy!” y escuchar lo que parecía el arrastre de unas babuchas por el suelo de terrazo. La poseedora de esas babuchas apareció a su vez. Una anciana cabizbaja se acercó a ellas y tras mirar por encima de unas gafas que habían visto tiempos mejores, primero al pequeño bulto envuelto en la mantita de lana, y luego a la adulta, se colocó tras el mostrador.

-         ¿En qué puedo ayudarles? – les preguntó con voz cansada pero dulce.
-         Necesito una habitación para pasar la noche. Nos sorprendió la tormenta y es imposible continuar con este tiempo. Me bastará con una cama grande. Mi hija y yo podemos dormir juntas.

La anciana asintió y abrió un cuaderno que tenía apoyado sobre el mostrador.

-         No hay ningún problema. Sólo tenemos otro huésped y ustedes. Si quiere, puede cenar con nosotros dentro de… digamos una media hora. Hay sopa.
-         Gracias, muy amable. Nos vendrá bien si consigo despertar a mi pequeña.

De nuevo, la anciana volvió a asentir y un hombre de unos cincuenta años salió de la misma puerta de donde antes había salido la propietaria. Elevado en altura, espalda ancha pero alicaída, como si llevase un fardo pesado sobre los hombros. Cabello despeinado y barba de varios días. Ropa humilde, aunque limpia.

-         Este es mi hijo. Le indicará cuál es su habitación. - le indicó la mujer con expresión seria – Debe abonar el importe por adelantado. Cincuenta euros.

Ángeles pensó que esa sopa bien podía estar deliciosa si iba a pagar esa cantidad por lo que parecía un lugar a medio derruir. Pero por nada del mundo volvería a ponerse en carretera en una noche como aquella.

Haciendo equilibrios con la niña y la mochila, consiguió sacar el bolso interior y pagó lo solicitado ante la mirada impasible de ambos sin que ninguno de ellos se ofreciese a ayudarla.

-         Gracias – articuló de forma irónica. - Mañana queremos partir temprano, ¿hay algún problema?
-         Ninguno. Éste es un país libre. Al menos en teoría – añadió la mujer de nuevo con seriedad mientras el hombre permanecía callado y con una mirada imperturbable sobre el cuerpecito envuelto de Carolina.

Con esfuerzo, Ángeles comenzó a subir las escaleras. Por suerte, era un tramo pequeño. Tenía la sensación de que en cualquier momento iba a materializarse una mano negra, escondida entre las sombras, para agarrar a ambas con fuerza y tragarlas sin más. Era definitivo que necesitaba descansar.

El hombre se detuvo ante una puerta a poco más de dos metros tras subir el último escalón. No había articulado palabra hasta ahora y su diálogo fue un estricto “Aquí es”. Acto seguido, entregó la llave a la mujer y se marchó.

       Era una habitación pequeña pero parecía cómoda. Alguna mancha de humedad unida al olor característico de la misma, le confería un aire algo macabro unido al sonido de la tormenta del exterior. Pero al fin y al cabo era un refugio. Cogió el móvil para llamar a Raúl, su marido. No había señal. ¡Qué mala suerte! Tenía que avisarle o él se preocuparía al ver que no llegaban.

       En eso, la pequeña se despertó y acaparó toda su atención. La depositó con cuidado sobre la vieja colcha con un gran remiendo casi en el centro de la misma. Se lavaría las manos y bajarían a tomar algo de esa sopa. Luego sería cuestión de dormir unas horas y marcharse lo más temprano posible. El lugar no le inspiraba demasiada confianza.

-         Carolina, quédate aquí sobre la cama. Ahora mismo regreso cariño. Mamá va a lavarse las manos y bajaremos a cenar algo.
-         Mami, hambe…

Tras el sólido argumento de la niña, Marisa entró en el baño. Un alivio inmenso entró en su cuerpo cuando comprobó que a pesar de ser antiguo estaba realmente limpio. Aunque las toallas, no estaban precisamente recién colocadas. Sin pararse demasiado a pensar, se lavó las manos y procedió a secarlas en sus pantalones.

-         Bueno cariño, vamos a cen… ¿Carolina? ¡Carolina!

Ángeles sintió una sensación de vértigo en la boca del estómago. La cama estaba vacía. No había rastro de la pequeña por ningún lado de la habitación.




14 comentarios:

  1. Respuestas
    1. ¡Muchas gracias Susana! Además, este es más cortito je je

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  2. Holaaa
    woooo
    Que bien empieza esta nueva historia y que ganas de continuar leyéndola *.*
    Un besito!

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    1. ¡Gracias Naya! Esta es más cortita, aunque algo... intensa, jeje ¡¡Muchos besos!! :D

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  3. ¡Guau! Esto promete, ya estoy espectante al próximo.
    ¡Qué arte tienes, miarma!
    Besitos.

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  4. Pero qué interesante es esta historia , estoy intrigada por ver qué va al suceder, con la niña ... Te espero en mi nuevo posterior preciosa!!

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    1. ¡Hola Maje! Sí, me gusta visitarte, te tengo aquí a mi derechita, ja ja. Muchos besos preciosa :D

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  5. Ay mi madre.... y ahora.... qué va suceder...?
    Te sigo.

    mariarosa

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    1. ¡Hola María Rosa! Ajajá, pues lo iremos viendo, pero esta vez, en menos semanas. ¡Espero que lo disfrutes amiga! Muchos besos:D

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  6. Ajáaa, se viene otra historia en partes, ahí vamos.
    ¿Serán cuatro episodios esta vez?

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    1. ¡¡Hola Navegante!! ¡¡¡Sí!!! Ésta vez solo cuatro capítulos. Es más cortita... o no, porque quizás los capítulos sean un pelín más largos, ja ja.
      Muchos besos Navegante:D

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  7. Madre mía que tensión!! y eso que vas por el primer capítulo, yo ya estoy enganchada Margarita.

    Un abrazo.

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  8. Que bien que escribes, me encantó leerte.
    Un gusto descubrir tu espacio.
    Cuando lo desees te espero por el mio...y te sigo.
    Cariños.

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