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Yo te cuento

sábado, 2 de septiembre de 2017

El mensajero de las olas. Capítulo 4



Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3


Capítulo 4

La semana había sido realmente cruda. Miguel sintió que la extenuación lo dominaba. Pero no iba a dejar de cumplir el sueño de su abuelo. Tomó la botella y la arrojó con fuerza, como siempre hacía, amparado por la noche y por el descanso de los bañistas. Observó el brillo plateado de la luna sobre las aguas. Y de pronto, la curiosidad le invadió. ¿Por qué aquél punto exacto para arrojar las botellas?


Recordó su encargo. Debía arrojarlas desde varios puntos, pero desde ése en concreto había de ir lanzando una al mar cada semana hasta que “algo ocurriese”.

¿Qué significaría ese “algo ocurriese”?

Se desprendió de su camiseta y de los zapatos. Ya llevaba el bañador puesto, aunque tampoco le hubiese importado bañarse desnudo. No habría sido la primera vez. Al igual que sabía desde dónde arrojar las botellas para que no se rompiesen, también sabía desde donde saltar. El frío de agua casi le corta la respiración, pero muy al contrario de matarle, le hizo revivir. Cuántas y cuántas veces había saltado con su abuelo desde aquél punto y otros similares.

El rostro del anciano llegó a su recuerdo. Aquella sonrisa. O el día en que le vio aquella lana en el dedo y el hombre le contó emocionado que se había “casado” con la dulce Ana. Aquél día, Miguel tuvo claro porque su abuelo no quería salir de aquella residencia. Y le comprendió. No había más que ver a aquellos dos ancianos cogidos de la mano y lanzándose miradas cómplices. Jamás conoció a la familia de Ana. Al parecer tenía muchas visitas de una nieta, que conforme a su abuelo se llamaba “La sirena marina”. No habían coincidido, tal vez, porque él siempre visitaba a su abuelo de noche, y la mujer solía ir por las mañanas.

Poco después de morir su abuelo, fue a la residencia a visitar a Ana. Estaba preocupado por ella. Pero al llegar, le explicaron que su nieta se la había llevado a casa. Al parecer, la anciana había entristecido mucho tras la muerte de su abuelo.

Durante un rato, se dejó simplemente llevar por el mar, y entonces, se le ocurrió una idea quizás absurda. ¿Por qué no? A lo lejos divisó el brillo del cristal. Solo tenía que seguirla... Y tal vez así, llegase hasta donde la botella fuese. Sería curioso observar quién la recogía. Pero le fue imposible. Cansado de nadar, decidió regresar, pero fue entonces cuando se encontró con una sorpresa maravillosa. Una especie de entrante en las rocas, una ensenada que desembocaba en una pequeña playa que parecía ser privada, o estar desierta. La luna incidía sobre una de las rocas y atónito agudizó más la vista. ¿Existían las sirenas de las leyendas?

Una muchacha permanecía tumbada sobre la roca. Una larga cabellera que parecía oscura se derramaba por la piedra. De pronto, vio como la muchacha se bajaba de la roca y corría al agua. Se sumergía en ella y nadaba volviendo a saltar sobre la piedra. Si no fuese porque ya se había percatado de sus dos piernas bien esbeltas, habría jurado que en verdad estaba ante una auténtica sirena, una diosa del mar.

Desde donde estaba, ella no le veía a él. Se mantuvo apartado, pero algo en su interior no le permitía retirar la vista, cuando asombrado escuchó una risa de puro gozo saliendo de los labios de ella. Al ponerse de pie pudo apreciar un cuerpo que brillaba bajo la luna, un cuerpo que le tenía hipnotizado. Lo que daría por ver la cara de aquella mujer... Pero no fue su cara la que vio, sino como ella encantada recogía algo del agua y se sentaba  agitando algo en sus brazos. Estaba de espaldas a él. ¡Maldita sea!

Si intentaba acercarse se descubriría, pero la curiosidad le estaba matando. No hizo falta. De pronto ella, se tumbó de nuevo y él observo sorprendido como a su lado, la botella que antes había arrojado yacía, mientras la muchacha apretaba contra su pecho lo que él suponía era el mensaje...

“Hay tres cosas en la vida que se van y no regresan jamás. Las palabras, el tiempo, y las oportunidades.”


Ése era el mensaje que él había escrito y ése era el mensaje que él iba a seguir al pie de la letra. Debía conocerla. Tenía que conocerla. Como fuese, y a cómo diese lugar.

* * *

El día siguiente llegó con un sol radiante y Macarena decidió que era hora de llevar a cabo su cometido. Tenía que intentar llamar la atención sobre quién lanzaba las botellas. Cargada de carteles en su mochila, tomó la bicicleta y subió al pueblo. Su próxima exposición versaba sobre las botellas con los mensajes, y se titulaba “El mensajero de las olas”.

En uno de los ascensos observó la playa. Hoy hacía mucho calor y estaba repleta. Casi sintió ganas de quitarse la ropa y sumergirse en el agua, pero no quería perder tiempo. Había completado una serie de veinte cuadros y quería exponer. Tal vez así encontrase al mensajero o mensajera de las olas.

Un grupo de jóvenes cuchicheaba cerca de ella y por las risitas “tontas” que compartían, debía ser algo importante su tema de “diversión”. Fue entonces cuando le vio a él. Un joven que se dirigía precisamente hasta donde ella estaba en ése momento. Un joven bastante atractivo y con la piel hermosamente bronceada. Pero lo que le llamó la atención fueron sus ojos. Eran del mismo color del mar en las zonas donde las algas bailaban.

Contuvo el aliento y sintió algo en su interior. Pero no tenía ella tiempo para “deslumbramientos”. Faltaba poco para la hora del almuerzo y debía darse prisa a pesar de que parecía haber quedado anclada en la arena. Llevaba el pelo recogido bajo un sombrero de ala ancha, pero aun así, sentía la picacina del astro en su cara. Y el rubor. Un rubor intenso que más que del sol, podía ser de aquél joven,  que en ese instante, la observaba con bastante interés o descaro, según se mirase.

Durante un instante, ambos permanecieron quietos en el mismo lugar, tan solo observándose mutuamente. De pronto, alguien se acercó a él y empezó a hablarle, haciendo que la conexión visual se rompiese un instante.

Macarena sintió que era como si hubiese despertado de un sueño. ¿Pero qué hacía? Tenía que darse prisa. Con rapidez, se dirigió al último lugar que le quedaba por visitar. El chiringuito de su amigo, “La sirena verde”. Allí colocó el primero de sus carteles antes de continuar la marcha. Cuando regresó, no  había rastro de aquél joven con ojos del color del mar y... defraudada, regresó a casa.




12 comentarios:

  1. Yo hace mucho tiempo me encontré una botella con un mensaje. Era un idioma desconocido por mí. No me enteré del texto, pero lo llevé al puesto de la Policía Local, por aquellos del -nunca se sabe-. (Iba con mi pandilla también).
    Muy buena entrada, Margarita. Ya estaba espectante esperándola.
    Besotes, preciosa.

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    1. ¡Muchas gracias Mari Carmen! ¡Qué emoción! Pena no entender lo que ponía, pero guau. Muchas gracias cariño por eso de la espectación. Ya solo queda un capitulo... cerquita, cerquita. Muchos besos :D

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  2. El destino tiene sus sendas. Un beso.

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    1. Pues sí Susana. Así es, y ahí están y nunca sabemos donde aparecerán. Un beso muy fuerte amiga :D

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  3. Se acerca el final, lo esperamos con ansiedad!

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    1. Muchisimas gracias Navegante, ya solo queda un trocito de historia. Muchos besos :D

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  4. Me encanta, me encanta, me encanta
    Siempre me mantienes intrigada deseando que sigas publicando
    Espero con ilusión el final
    Un besazo!

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    1. Ja ja ja, ¡¡Muchisimas gracias Naya!! ¡Eres un sol! El próximo finde... el desenlace. ¡Muchos besos! :D

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  5. Ainssss mi querida Margarita, cómo te agradezco tus comentarios en mi blog, y te pido mil disculpas por no haber podido venir al tuyo, si es que estos días ha sido imposible, pero ahora estoy aquí, para saborear tus relatos, lo único que me he perdido varios, y veo que el siguiente es el último ainss ya me puedo poner las pilas.

    Un placer volver a leerte.

    Besos enormes.

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    1. ¡Hola María! Tranquila cariño. Te comprendo, yo a veces también ando desbordada, es normal, ja ja. Lo importante es que cuando puedas visitarme disfrutas al menos una parte de lo que yo disfruto visitandote a tí. ¡un beso preciosa! :D

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  6. Se estan acercando... veremos cómo se encuentran. Me gusta lo romántico de la novela.

    mariarosa

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    1. Estan cerquita... esperemos que nada los separe ;) ¡¡Muchos besos!! :D

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