Primogénitos. Capítulo 6

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5

Capítulo 6

Acabamos de aposentarnos en Miriñaque. Ya he escuchado a mi abuela repetir una y otra vez que me advirtió. Mi tía Angustias ya me ha avisado de que su nuevo marido, el señor notario,  me ha añadido a la lista del famoso “Diario”.

No escucho a nadie. Tengo toda mi atención puesta en Sonia. Desde que le dieron la noticia de que no podía quedarse embarazada, no es la misma. Cabizbaja, afligida. A veces, solo a veces, vuelve a sus ojos ese brillo frenético, pero después, se apaga.

Aldonza...

- ¿Qué quieres qué?- me pregunta doña Remedios.

- Todos los documentos que obren en este archivo relacionados con mi antepasada. Tampoco es tan raro ¿no le parece doña Remedios?

- Mira joven. Te recuerdo de niño cuando te impartía clases de primaria. Siempre fuiste un listillo. ¿Qué crees, que eres el primero de este pueblo que intenta desenmarañar el misterio de aquella mujer?

- Si me recuerda tan bien de niño, también recordará lo pesado e insistente que puedo llegar a ser. Al menos, he de intentarlo. Casi me mato  y quiero saber por qué.

Ella me mira por encima de sus gruesas gafas de concha y me parece ver una media sonrisa en su arrugado rostro.

- ¡Sea pues Olivares! ¡Qué comience la caza de brujas!

Libros y libros, artículos de periódicos, y hasta referencias leves en internet. Pero nada significativo. Mierda.

Regreso a casa cinco horas después, ligeramente abatido. No voy a rendirme a la primera. Al llegar, Sonia me espera. Hoy tiene mejor cara. Sonríe. Parece que se ha maquillado un poco, y además, lleva un vestido que le quede muy por encima de la rodilla y que le sienta muy bien.

- Hola mi amor – la saludo.

- Hola -

- Te veo muy animada.

- Sí, hoy me siento mejor. Y con ganas de jugar...

Me fijo en ese contoneo que me vuelve loco y esos labios ligeramente coloreados. El bajo de esa falda tampoco me ayuda a concentrarme en otros menesteres y decido, que lo mejor que puedo hacer, es aprovechar el momento.

Un buen rato después, ambos en la cama, saciados, le cuento mis pesquisas. Y ella sonríe.

- Ay Nacho. Los hombres siempre pensando en el camino más fácil. Si fue una mujer acosada por un hombre con un cargo importante, su huella estará borrada. Quedará siempre la leyenda, pero no la auténtica mujer. Si de veras, deseas encontrarla, búscalo a él. En aquella época, las mujeres eran invisibles. Búscalo a él.

¡Claro!

No puedo contenerme. La beso otra vez y salto de la cama como un poseso.

- ¡Nacho! - me grita ella.

- ¡¿Qué?!

- Por favor, vístete primero. O la señorita Remedios volverá a darte tras las orejas...

Adoro a las mujeres inteligentes. Adoro a Sonia y su forma práctica de ver el mundo. Aquí está. Ante mis mismísimas narices tengo un montón de información referente al cerdo acosador de mi antepasada. Un terrateniente de los de tomo y lomo, al que al parecer, le gustaba escribir. Eso está bien...

Como un animal enjaulado empiezo a buscar referencias del punto exacto donde vivía, trabajaba, con quién estaba casado, hijos. Es difícil, pero no imposible. Necesito encontrar algo. Lo que sea.

Otras tres horas más tarde, vuelvo a casa, abatido y con las manos vacías.

Esta vez llego y sin más, doy un beso a Sonia y me dejo caer en la cama. Necesito dormir y pensar.

“Por favor Aldonza. Ayúdame”

 Capítulo 7