El espíritu de la lluvia

El gris reina hoy en el cielo. La lluvia se va derramando, de forma lenta, pausada, sin prisas. Parece que el frío se ha cansado un poco y la temperatura es algo más cálida, pero el viento, sin embargo, quiere bailar con la lluvia y te hace sentir el agua en la cara.

¿Nunca te has preguntado por qué todo se ve tan hermoso tras la lluvia? Es como si los colores resurgieron de un letargo en el tiempo. Y en realidad, es algo parecido.

Hoy te voy a contar la historia acontecida hace ya siglos, en algún pequeño lugar, de éste, nuestro planeta...

Cuenta la historia que una vez existió un guerrero fiero, vencedor de mil batallas, por todos aclamado y alabado, y poseedor de riquezas acaecidas tras los saqueos que iba realizando. Pero no era un hombre feliz a pesar de todo lo que disfrutaba. Había algo, aunque no sabía bien qué, que le faltaba, que necesitaba.

Una mañana, justo cuando la noche se transforma, el guerrero salió de su tienda y se dirigió a refrescar su rostro y lavar su cuerpo al río. Sus hombres aun dormían, pues él gustaba de ese momento a solas antes de la algarabía de la batalla.

Más al llegar al río, observó incrédulo como una joven se bañaba en él en una especie de baile entre las aguas. Totalmente desnuda a pesar del frío, la joven sin embargo, no parecía percatarse ni de la temperatura del agua, ni de su presencia, pues ella seguía cantarina jugando con el escaso agua de aquél tramo del río, mojando sus cabellos y alargando sus brazos al cielo, como en una especie de petición elevada a las alturas.

Absorto ante el espectáculo que tenía ante sí, el guerrero quedó tan impresionado, que no fue capaz de moverse del sitio donde se hallaba hasta que a él llegaron los primeros ruidos de movimiento en el campamento. Temeroso de que alguno de sus hombres se acercase al río y descubriese a aquella joven de cabellos cobrizos, carraspeó ligeramente a fin de que la muchacha le escuchase. Pero ella siguió, con su constante danza, y tan solo se limitó a mirarle y sonreirle, mientras intensificaba sus movimientos hasta llevarlos a un punto frenético.

Con cada movimiento que la muchacha realizaba, exaltaba las curvas de su joven cuerpo, el guerrero más y más se enardecía hasta el extremo de dejar de escuchar todo lo que a su alrededor iba aconteciendo. De forma inconsciente, empezó a caminar hacia ella que le miraba atrapándolo en su mirada azul y en esa boca que le incitaba...  A escasos centímetros del cuerpo de ella, la joven acercó sus labios al oído de él y le susurró con delicadeza...

- Tú serás el viento...

Y dicho esto, se abrazó a él con fiereza, mientras el agua de aquél río se elevaba con fuerza al cielo, tocando los límites establecidos y cayendo en forma de pequeñas gotas de agua de lluvia que se convirtieron en aguacero fuerte al tocar los árboles...

Cuenta la leyenda, que tras quedar ambos amantes satisfechos, todo volvió a la normalidad, pero la naturaleza quedó tan impresionada por la unión de aquél espíritu silvestre con el humano... que decidió que el viento susurraría nombres antes de que la lluvia empapase la tierra, para que después, el sol lo bañase todo con los colores más bellos, como aquél día, en aquél arroyuelo.

Nadie supo que pasó con aquél guerrero. Sus hombres solo aludían a que fue al río como cada mañana, y no regresó. Otros sin embargo, dicen que lo han visto vestido con ropajes de montañero, las armas olvidadas, y una sonrisa franca en el rostro.