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Yo te cuento

martes, 4 de octubre de 2016

Acero en la piel

Los pliegues de la capa siseaban insinuantes contra el rocío de la hierba. Roxanne se protegió del frío intenso, sostuvo con fuerza ambos paños de su capa de lana, y se colocó con cuidado el gorro. Continuó su camino, haciendo lo imposible por ignorar el cansancio tras la noche vivida. 

El sol comenzó su ascenso y fue benévolo con ella, intentando transmitirle algo de su calor. Pero era inútil. Ella llevaba el corazón congelado.

A su mente volvió de nuevo la imagen que tan solo hacía unas horas había vivido. Aquél crudo encuentro con Megan. Aquella criatura dulce e inocente con el labio partido. Una caída de la bicicleta. Roxanne sabía que Megan… no tenía bicicleta.

Unos rizos rebeldes escaparon a la capucha de su capa gris y pesada. Con tranquilidad, los colocó de  nuevo en su lugar. Y aceleró el paso. Empezaba a temblar como una hoja a punto de caer del árbol, y ahora, no era momento de echarse para atrás.  


Recordó el miedo en los ojos de su pequeña. La angustia al imaginar qué podría haber pasado. Su mente se llenó de imágenes duras y crueles que la golpeaban no solo en el cuerpo, sino también en el alma. No logró convencer a la juez. Nadie creyó que aquél hombre de testimonio supuestamente sincero, mintiese como un vil cobarde. Nadie creyó que existiese peligro real. Nadie creyó que ella misma había estado a punto de morir varias veces. 

El ascenso a la colina comenzaba a endurecerse, pero Roxanne no sintió el cansancio, salvo por aquella pesada capa que la aislaba del mundo. Tres pasos, cuatro, cinco… El contorno de la puerta de aquella vieja hacienda semi abandonada se recortaba en el horizonte. Se detuvo un instante, solo un instante, a tomar aire, y quizás… ¿arrepentirse? No. Ella no tendría más hijos, salvo su pequeña Megan. Él se encargó de robarle eso en una paliza. ¿Qué le robaría a su niña?  

Él la vio llegar. Sintió su presencia con asombrosa lucidez a pesar de la cantidad de alcohol que había ingerido. La miró y sintió el poder de ella. Ya no importaba el estado de semi inconsciencia en el que se había sumergido gracias a su amiga la ginebra. Ni tan siquiera eso ocultaba el fulgor de odio que arrojaban sus ojos. Furia, rabia, incomprensión.

Él la amaba. La amaba tanto, tanto… pero ella no quería quedarse a su lado, no lo consideraba bueno.
Intentó recordar. Sabía que en su mente había lagunas. Siempre quedaba esa parte de él que escapaba a todo y que se mantenía alerta. Esa parte maldita que luego le recordaba que había hecho algo no permitido. Se esforzó y se esforzó, pero no consiguió recordar nada anormal ocurrido desde la última vez que la vio.

Sí hubo un detalle. Uno insignificante. El día de antes había recibido una visita del todo inesperada. Su pequeña Megan había acudido a visitarle a aquella casucha medio abandonada en mitad de ninguna parte, donde decidió aislarse del mundo cuando comprendió que no volvería a tener a Roxanne. Le sorprendió esa visita. Él sabía de sobra que su hija no quería visitarle desde hacía mucho tiempo. Pero aquella visita no estaba del todo clara. Él ya había comenzado su baile de alcohol y olvido y poco quedaba en su recuerdo.

Por su parte, Roxanne sintió el frío acero que llevaba sujeto al cinto de su vestido rojo sangre y un escalofrío la recorrió por completo mientras miraba los ojos de azul cielo de él. Ojos azul cielo como los de Megan.  

- Has venido- dijo él sin más.

Roxanne observó la palidez cenicienta del rostro de aquél hombre al que tanto amó una vez, hacía ya muchas palizas. Su voz sonó como ella se sentía, furiosa, herida, resentida, con fuego en cada sílaba. No permitió que el temblor de su alma se transmitiese a través del timbre de su voz.

- ¿Por qué? ¿Por qué a ella? ¿Es porque ya no puedes pegarme a mí? A tu propia sangre… Le pegaste, y te avisé de lo que pasaría si le ponías la mano encima.

Él intento recordar, sumar dos más dos… pero su mente estaba confusa. Con esfuerzo consiguió ver en su mente un breve fragmento. Volvió a recordar a Megan. Su sorpresa al ver a la pequeña en su puerta. Recordó haberle gritado por algo. Los niños son molestos y aquella niña era idéntica a su madre salvo por el color de sus ojos. La niña se asustó y corrió. Se cayó. Recordó la caída de la niña y la utilizó como un resorte. Por primera vez en mucho tiempo sintió un alivio inmenso. Él no había hecho nada malo.

- No seas boba. La niña está bien. No la toqué, se cayó.

Ella se acercó un poco más mientras sentía que el frío acero se tornaba de pronto pesado y de fuego.

- Tiene el labio partido. ¿Recuerdas aquella vez? Hicimos el amor, y después me partiste el labio.
- Hace mucho de aquello… - él tembló. Ella venía vestida con la misma capa en la que se refugió el día en que le dejó. Capa que no la salvó de sus golpes.
- Aquello fue hace mucho tiempo. Ya no soy la misma persona. Megan se cayó. Ya sabes cómo son los niños…  
- ¡Jamás me perdonaste que sobreviviera! Ni que te denunciara al fin. Pero no era una denuncia lo que necesitabas.
- Ya no soy así. Créeme, no le haría daño a nuestra hija, por favor, créeme, he cambiado… Ella se cayó…

Él lloraba de pura impotencia, ¿por qué no le creía ella? Quizás porque le había mentido demasiadas veces. A su vez, ella enfurecía sacando una fuerza que desconocía tener en su interior.

- Nadie cambia.

Ésas fueron las últimas palabras que Roxanne apenas siseó antes de sacar el puñal y hundirlo en el sorprendido cuerpo de aquél hombre que tanto dolor le había infringido y tanto la había hecho llorar.

Por su mente, en un segundo, pasaron los llantos de Megan, las largas horas en el hospital intentando sobrevivir. Su mente se llenó de cada segundo de terror vivido.

Tiró el cuchillo al suelo. Cayó de rodillas, tembló y lloró.

Mucho tiempo después, se levantó. La acusarían. Tendría que alegar defensa personal. Y la creerían. Todos sabían del historial de sus palizas. Volvió a llorar, y después decidió que era hora de regresar y dirigirse al Cuartel de la Guardia Civil. Él no volvería a tocar a su pequeña jamás.


A unos kilómetros de allí, una niña se mecía abrazada a sus propias piernas y se balanceaba una y otra vez hacia adelante y hacia atrás. No debió mentir a mamá. No debió hacerlo. Pero tenía miedo y con sus diez años no era capaz de enfrentar al malo. Al fin se había vengado de todos los golpes que había visto a aquél hombre, que decía ser su padre, contra su madre. Pero no se sentía feliz. Se sentía vacía y extrañamente aliviada.


Y ahora, por si te interesa... un audio del cuento



16 comentarios:

  1. ...me has dejado sin palabras...
    me encanta leerte, esta vez es algo diferente, algo un poco mas psicologico, un poquito de suspenso, y en verdad a pesar de ser ese genero, no dejas de ponerle un toque tierno y detallista, me encanta Margarita.. :D
    Gracias por dejarnos leer lo que pasan por tus letras.. ;)
    saludos!

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    1. Gracias a ti Paulina. Tú sabes que yo también vivo enganchada a tu blog Infinitos Mentales. Me alegro mucho que te haya gustado cariño, me ayuda mucho que alguien que escribe tan bien como tú y es tan creativa, le gusta leerme. Muchos besos :)

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  2. Wowww... Sin palabras... No conocía tu blog, pero es que me he quedado atrapada en cada una de tus frases....

    Enhorabuena por este post tan maravilloso...

    Aquí tienes una nueva seguidora!

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    1. ¡Muchisimas gracias! Me alegro que te haya gustado, verás un poquito de todo, desde más suavecito hasta... algo como esto, un poco más duro.
      Muchísimos besos y ¡¡bienvenida!! :D

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  3. Bufff, duro.

    Tuvo que pasar mucho miedo antes de lanzarse a hacer eso, pero el amor por un niño ess muy grande

    Los malos tratos siempre provocan que una parte quiera venganza y más cuando se vuelven contra tu propio hijo.

    Enhorabuena, me gusto!!

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    1. ¡¡Hola!! Desde luego, no quiero ni pensar hasta que punto ha de llegar una persona para verse en ese momento, uf, da escalofríos solo imaginarlo.
      Muchas gracias por tu comentario. Besos :D

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  4. oohhh qué bien lo describes... el suspenso que creas, dan ganas de leer y leer
    me ha encantado

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    1. Muchisimas gracias Alicia, me alegro mucho que te haya gustado. Muchos besos:D

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  5. Impresionante esta entrada.He logrado ponerme en la piel de Roxanne, he sentido su dolor y se me han puesto hasta los vellos de punta. Muchas veces las personas aguantamos demasiado hasta que nos tocan a nuestros hijos. Es en ese momento donde luchamos incluso pagando con nuestra propia vida si fuese necesario. Ojalá la justicia no fuese tan corrupta y tan Benévola y escuchasen y valorasen la versión de los pequeños y no obligarlos tener que estar con monstruos disfrazados.

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    1. Verdad que sí, es increible que se lleguen a situaciones tan forzosas, se te rompe el alma nada más de pensar hasta que punto de desesperación tiene que llegar una persona para quitarle la vida a otra. Y es que los hijos duelen mucho.
      Muchisimas gracias por tu comentario. Besos :D

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  6. No puedo negar el escalofrió y emoción que me ha causado tu publicación, una historia que desgraciadamente se repite pero sin este final.

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    1. Por desgracia, hay muchas de estas historias en la vida real, aunque con otro final como tú bien dices. Qué pena perder la vida a manos de alguien que no tiene derecho en ningún momento a arrebartatela, pero además, a manos de alguien a quién un día amaste.
      Muchos besos Lidia :)

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  7. Madre mía, increíble este texto, reconozco que he empezado a leer con pocas ganas pero las palabras me han atrapado y me han enganchado de un modo increíble, haces que uno pueda sentir lo que describes, casi he sentido el sufrimiento de Roxane en mi piel. Me ha gustado muchísimo de verdad, enhorabuena!

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    1. ¡Muchisimas gracias! Este tipo de relatos no son de los que puedo considerar como mis favoritos porque son duros, pero me gusta mucho el misterio, eso sí. Aquí he intentado dar un poco de misterio a algo que por desgracia ocurre con frecuencia. Aunque no termine así, evidentemente.
      Muchísimas gracias, de veras y muchos besos :D

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  8. Madre mía, no me esperaba ese final para nada. Un relato estupendo. Me ha encantado y me ha enganchado desde el primer párrafo. Magnífico.

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  9. ¡Muchisimas gracias! Me alegro mucho que te haya enganchado y gustado. Es lo mejor que puedes decirle a una aspirante de escritora. Muchos besos :D

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