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Yo te cuento

sábado, 28 de enero de 2017

El acantilado. Capítulo 4



El acantilado. 

Capítulo 4 



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- Gema, tienes que escucharme un momento. Solo un momento, tienes que quedarte aquí. No te muevas ¿de acuerdo? Vuelvo enseguida, solo tengo que subir algunas rocas para ver si tu mamá está ahí. Pero todavía no me has dicho como va vestida, o como se llama.
- Se llama Ana. Y lleva unos pantalones vaqueros y una camiseta roja. Le gusta mucho el color rojo.
- De acuerdo. Eso me ayudará mucho. Ahora, tienes que prometerme que te quedarás aquí, sentada sobre esta roca, quietecita.

La niña le miró con un gesto extraño.

viernes, 27 de enero de 2017

El salto




“No está bien retar a la muerte. No, no lo está. Porque si la llamas, puede venir”

Jamás debí acceder a su petición. Nunca me gustaron las alturas, jamás, jamás, jamás. Supongo que me hizo perder la cabeza ese enamoramiento primario que nos vuelve un poco locos e inconstantes. Como bien escuché cierta vez por ahí, el amor te da razones que ni la propia razón entiende... o algo así.

Pero eso no justifica, que yo, sufridora de vértigo compulsivo, accediera a hacer puenting.  

sábado, 21 de enero de 2017

El acantilado. Capítulo 3


El acantilado. 

Capítulo 3

- ¿Estás segura pequeña? No entiendo, ¿qué hacíais en el acantilado? – preguntó el hombre con la presión cada vez más fuerte en el pecho.

- Subimos para ver el mar. Siempre lo hacemos cuando venimos juntas. Subimos arriba para encontrar a papá. Él también se perdió. Por allí – dijo señalando el mar – Pero hoy no. Hoy mami salió sola. Pero yo la seguí y la seguí. Pero corría mucho y después empezó a subir… y ya no la ví más.

Jeremías se fijó en el lugar que la niña le indicaba y un nuevo dolor aprisionó su corazón. Esta vez, empezó a marearse ligeramente y a sudar de forma copiosa.

miércoles, 18 de enero de 2017

Sabes que no te olvido









Sabes que no te olvido, que te añoro, que te recuerdo, que te presiento, que te supongo...


Una mala estrella te llevó con ella, quizás porque eres pura luz y sintió envidia, quizás solo se enamoró de tí, de tu fuerza interior, de tu calidez, y te quiso para ella.


Naciste tal día como hoy, y no por ello hoy te recuerdo, pues no te olvido en ningún momento, pero sí es cierto que hoy quizás el recuerdo sea más vívido e intenso, o puede que solo sea la melancolía de no poder darte un beso físico, pues el beso, sí lo llevas surcando el viento.







 

sábado, 14 de enero de 2017

El acantilado. Capítulo 2


EL ACANTILADO

Capítulo 1

Capítulo 2.


Una niña de unos siete años tiraba de su camisa con una fuerza sobrecogedora…

- ¡Señor, señor!...

La venda ya lo asfixiaba. Esa niña era su objetivo…

- Hola pequeña. ¿Puedo ayudarte en algo?
- Necesito ayuda.

Jeremías miró a su alrededor y sintió aprensión. La gente comenzaba a mirarlos de forma extraña. Él mismo pensó en la imagen que daría, un hombre maduro vestido de forma tan andrajosa, junto a una niña pequeña y bien vestida. 

- ¿Estás sola? – le preguntó.
- Mi mamá se ha perdido. No sé dónde está – empezó a gimotear la niña.

Jeremías hizo lo que casi siempre solía darle resultado. Apoyó su mano en la de ella y esperó un poco. El contacto humano era de lo más reconfortante, y él, a pesar de los pesares, seguía echando en falta ese calor que tanto bien le proporcionaba.

Ése había sido el trato. Calor humano.

Con suavidad, acarició la mano de la pequeña y ésta, poco a poco, comenzó a tranquilizarse. Fue entonces cuando el hombre la observó con un poco más de detenimiento. Era evidente que había llorado bastante, el rastro de las lágrimas y la nariz roja, los ojos ligeramente hinchados… No. Eso no estaba bien. Los niños no deberían llorar.

Sintió un pinchazo dentro de su pecho. Los ojos de la niña eran… familiares. Esos hermosos ojos marrones, grandes e intensos, le suplicaban ayuda y le miraban a la vez de forma descarada, fijos, queriendo leer sus secretos. Pero debía ser al revés, debía ser él quién leyera los secretos de ella. 

- La encontraremos pequeña. Créeme, tengo un radar especial para las mamás que desaparecen. Pero tendrás que explicarme como es ella.

La niña se detuvo un instante y le miró muy seria.

- Es como todas las mamás. Es muy guapa, y amable, y solo me riñe cuando derramo el chocolate de las mañanas, o cuando he hecho mal los deberes. A veces, se enfada si no recojo los juguetes, y pone caras raras, pero luego, cuando cree que no la veo, sonríe y empieza a recoger ella también. Siempre se ríe mucho. Bueno se reía. Antes se reía mucho.

- Está bien pequeña. Necesito que me hables un poco de cómo es su pelo, si es alta o baja, cómo va vestida y esas cosas, y desde luego, necesito que me digas donde la viste la última vez, aunque imagino que habrá sido aquí mismo. Dime, ¿en qué parte de la playa estabais cuando ella desapareció? ¿Aquí mismo? ¿A unos metros?

La niña se detuvo y le miró muy seria.

- No. Desapareció allí – dijo señalando con su pequeño dedo el alto risco del acantilado que aparecía tras ellos.

Jeremías tragó saliva. El acantilado… 


jueves, 12 de enero de 2017

Artesanías "Mis colores"





Hola amigos, hoy voy a compartir con vosotros un regalo que me ha hecho muchísima ilusión.

No sé qué ha pasado este año, escuché que los caminos de Oriente estaban accidentados y que era difícil que los Reyes pudiesen portar muchos regalos en sus arcas, por no hablar de que a pesar de la magia correspondiente de sus Majestades, la crisis ha llegado hasta más allá de nuestras fronteras. 

Sin embargo, algo de mágicos sí que deben ser, porque este año casi tengo que salir de casa para poder albergar la cantidad de regalos que he recibido. ¿He sido buena? ¡¡¡Noooo!!! ¡Tengo un montón de amigos que me quieren! (Y aquí os pondría la cara de emoticono tipo “El grito” del wassapp, pero no sé hacer eso con el teclado, ja ja.)

domingo, 8 de enero de 2017

El acantilado. (Mini-novela)


EL ACANTILADO

Capítulo 1

Jeremías miraba totalmente hipnotizado el horizonte. Había algo en aquella puesta de sol que le atraía sobremanera.

Su aspecto, dejaba mucho que desear, como casi siempre. Que pasase inadvertido era primordial en su trabajo. Su barba de tres días tenía un aspecto bastante desaliñado, y su ropa, desde luego, necesitaba un lavado urgente. Un corte de pelo y una comida decente tampoco estarían mal.

Después de su último trabajo había quedado agotado. Ahora, observando el brillo dorado del sol sobre el azul del mar solo podía pensar en la casi imposible tentación incapaz de ignorar de lanzarse, zambullirse en aquellas aguas frescas y dejarse ir.

Suspiró y decidió que lo mejor era bajar de aquél acantilado y simplemente sentarse a esperar, descalzo, hundiendo sus pies en la arena y sintiendo la frescura del agua cuando la marea decidiese bañarlos.

Miró a su alrededor y escuchó los sonidos propios del lugar. Las risas de los niños, los besos de los adultos amparados por el mar… Una señora, de pronto, alejó a su pequeño del camino  para poder así evitarlo. Tampoco podía juzgarla, tenía un aspecto realmente espantoso. Pero formaba parte de su disfraz, de su trabajo…

Las vendas del pecho empezaron a doler. Su misión tenía que estar muy cerca… un zumbido en sus oídos, visión borrosa, un ligero mareo y de repente… el mar que estaba frente a sus ojos quedó sustituido por el cielo azul.

“Ya está aquí, ya ha llegado el momento… solo espero ser capaz de llevar a cabo mi misión…”

- ¡Señor, señor, necesito ayuda!

Una niña de unos siete años tiraba de su camisa con una fuerza sobrecogedora…

- ¡Señor, señor!...

La venda ya lo asfixiaba. Esa niña era su objetivo…





miércoles, 4 de enero de 2017

Inger en la playa, Edvuard Munch


Prometiste volver y llenar de recuerdos las arcas vacías de mi cuerpo. Hiciste promesas de ésas que te llenan los bolsillos del alma de expectativas. Y yo te creí. Te creí cuando me hablabas de amor bajo  la influencia de la luna, cuando me sentías ángel y me regalabas alas para hacer que cualquier cosa se hiciera posible con solo desearla. Te creí cuando me dijiste que jamás habías sentido aquello por nadie.

Prometiste que yo lo era todo para ti.

Y luego te marchaste. Te marchaste dejando en mi alma un  reguero de lágrimas, lágrimas que formaron mares repletos de piedras irrompibles clavadas en mis entrañas.

Y yo te esperé. Sentada sobre esas piedras y mirando un océano de quizás. Te esperé… hasta que un día comprendí que solo esperaba lo que ya no deseaba que llegara.




“Inger en la playa”,  es una pintura al óleo del artista Edvard Munch. Fue realizada en el año 1889 y se encuentra en la Galería Nacional de Noruega de Oslo, y nos muestra una hermosa imagen de Inger, la hermana del artista, posando tranquila, serena en una casa alquilada por el autor en Asgardstrand.  



domingo, 1 de enero de 2017

Sueño de una noche en el tiempo



El invierno ha asomado su cabeza color gris por la ventana de mi dormitorio.  Siempre me gustó pensar en las estaciones del año como si fuesen personas, las imagino ataviados de la guisa que corresponda, como señores presentes en una realidad más cercana a mi persona.

Cuando el invierno se marche, llegará la señorita primavera. Ella es mujer. La veo ante mí, una joven de piel pálida y larga cabellera rizada de color verde, como sus ojos y su vestido largo de gasa semitransparente. Su cabello trenzado con los tallos de las flores silvestres que va cosechando.