(Imagenes de Pixabay)
Érase una vez, una nube de
color violeta que no era feliz. Cada
mañana cuando despertaba y estiraba su piel de algodón, suspiraba y suspiraba
sin parar.
Sus amiguitas blancas
saltaban y reían por todo el cielo azul, pero ella… miraba con cara de añoranza
al suelo buscando algo que no podía definir.
Cerraba sus ojitos y sentía como el viento le hacía cosquillas jugando
con sus montoncitos de azúcar de algodón. Y le sonreía al viento, pero seguía
triste.
Y el viento le miraba con
pesar en su corazón de aire. ¿Qué le pasaba a la nube violeta?
Mientras, la nubecita
miraba abajo e imaginaba lo que sería sentir la calidez de la Madre Tierra.
Cómo sería entrar en contacto con ese suelo que se veía tan lejano y distante.
Seguro que estaba caliente, pensaba para sí cuando el frescor de la noche la
hacía tiritar. Miraba y veía como infinidad de pequeños animalitos corrían por
ella y se imaginaba lo feliz que sería la tierra con las cosquillas que le
harían las patitas de todos aquellos insectos.
Miraba al lago que había
bajo ella y pensaba que hasta el lago acariciaba el lecho de tierra que yacía
bajo ella. Las plantas verdes que crecían en sus laderas y que hacían a los
chiquillos correr y saltar, reír y jugar en el agua llamándose los unos a los
otros…
La pequeña nube violeta
los observaba desde arriba y suspiraba. Estaba tan lejos de ellos…
- ¿Qué te ocurre
nubecita?- le preguntaba el ruiseñor al volar sobre ella y rozar sus alas con
la suavidad de su algodón.
- Quiero bajar -
contestaba ella con un poco de tristeza.
- Pero ¡no puedes! Tienes
que estar aquí, adornando el cielo con tu color ¡Eres una nube tan hermosa!
Eres distinta a las demás, ¿no te has dado cuenta? Las otras son blancas o
grises, pero tú estás llena de promesas, tú eres de color violeta…
Después el ruiseñor se
marchaba. Volaba y volaba y de vez en cuando le traía una ramita de algún árbol
para que sintiese lo que era el roce de la hierba en ella. Eso la alegraba un
poquito, pero duraba poco, pues la ramita terminaba cayendo y volviendo a la
tierra.
- ¿Qué te ocurre? – le
preguntó un día el águila imperial
- Quiero bajar – respondió
ella con timidez.
- ¿Estás loca? Allí abajo
solo hay problemas. La gente es rara, si te descuidas intentan encerrarte en
jaulas de alambres o lanzarte trozos de acero que te hacen morir. Los hombres
no son buenos para ti, nube violeta. Tu sitio es éste. Aquí nos alegras la
vista a todos y nos reconfortas cuando venimos a descansar sobre tu mullido
regazo.
Después el águila volaba y
volaba, y a veces, cogía en sus garras algún cachorrito y lo traía a la nube
para que sintiera la tibieza de un cuerpo de la tierra. Pero el animal se
asustaba tanto que la nube se compadecía y le pedía al águila que lo devolviese
a la tierra.
Y su tristeza crecía y
crecía…
Un día, una gran nube
grande, y gris, se acercó a ella…
- ¡Pero qué cosita más
bonita! Uy, qué triste estás… ¿qué te ocurre nubecita violeta?
- Quiero bajar – repitió
una vez más con cansancio la pequeña nube que añoraba vivir en la tierra.
- ¿Y qué te lo impide?
Aquella respuesta dejó a
la nube sorprendida, y sintió como dentro de ella el violeta se hacía más
fuerte y se hinchaba su contorno.
- ¿Puedo?
- ¡Pues claro! ¡Eres una
nube!
- No te entiendo…
- Oh querida. ¿Dé que
crees que están hechos los lagos, los océanos? ¿Cuál crees que es el origen de
la vida? ¡El agua! Solo tienes que desearlo con tanta fuerza, con tanta, tanta
fuerza, que te volverás gris y te derramarás sobre la tierra cálida y
espléndida que te cogerá con los brazos abiertos.
- ¿De veras puedo?
- ¡Claro! Pero he de
advertirte algo pequeña. No es fácil. Después de tocar la calidez de la Tierra,
te hundirás en ella y sentirás que hay bajo su superficie. Te filtrarás, y
asomarás tu cabecita de nuevo en mitad de un montón de gotitas de agua que
gritarán alegres a tu alrededor y te volverán frenética. Y entonces, desearás
subir a la tranquilidad del cielo.
Y lo desearás tanto,
tanto, que el sol se apiadará de ti y te llamará a él. Te atraerá con sus rayos
y su calorcito tan agradable y te enseñará a volar en forma de vaporcito del
que echan los niños por la boca en las mañanas cuando tienen frío y van al cole… Y entonces,
llegarás aquí arriba otra vez, y sentirás la maravilla de la mañana, las
caricias de la luna, el abrazo del sol… y serás feliz.
La nube violeta se sintió
de pronto mal.
- ¿Y entonces, por qué
estoy tan triste y tengo este color tan raro?
La gran nube gris se
carcajeó con ganas. Con muchas ganas.
- Porque aún no has
sentido el calor de la tierra y no estás completa. Por eso tu color es tan solo
el reflejo del cielo en el amanecer. Cuando llegues a la tierra y sientas su
calor, te volverás blanca al subir, y gris cuando necesites de nuevo bajar y tocar
la tierra. Porque todos necesitamos lo blanco y lo negro. El cielo y la tierra.
Lo bello y hasta lo feo. Mírame. Algunos pensarán que soy fea, pero no es así.
Estoy llena, repleta, de agua maravillosa que dará vida a todos.
La nubecita sintió tanto
alivio, tanta paz en su corazón, que empezó a crecer y crecer y se dio cuenta
de que se estaba volviendo gris, gris, gris… y de pronto, empezó a reír y reír
y comenzó a sentir que bajaba.
Empezó a agitar sus
bracitos nerviosa y feliz mientras veía como el ruiseñor y el águila quedaban
atrás y la miraban asombrados. Hasta que llegó a la tierra y sintió calor. Un
calor agradable y mágico. Quedó esparcida en el suelo, mientras unos niños
vestidos con brillantes colores y botas de goma saltaban y saltaban sobre ella
haciéndola reír y reír. No podía dejar de reír mientras se filtraba y sentía la
caricia de la Madre Tierra en su ser. No podía dejar de reír mientras corría
bajo ella y terminaba en un estanque lleno de peces de colores que la
necesitaban para vivir. No podía dejar de reír mientras se sumergía en el ancho
mar…
Hasta que un día, necesitó
un descanso de tanta calidez y sal, y añoró sentir de nuevo la tranquilidad del
cielo. Y entonces, miró hacia arriba y vio una pequeña nube violeta, allí
arriba, con cara triste. Y supo qué debía hacer.
Rezó y rezó, y pidió al
Sol que la ayudara a subir. Y el Sol la subió. Y entonces, miró su cuerpecito
que ahora era de algodón rosa y sonrió mientras abrazaba a aquella pequeña nube
violeta y le dijo…
- Pequeña, disfruta tu niñez. Disfrútala de
verdad, que cuando llegue el momento, crecerás y cumplirás una misión hermosa.
- ¿Estás segura? – le
preguntó la pequeña nube violeta.
- Sí. ¿Y sabes por qué? No
debes tener prisa por crecer. Lo harás cuando llegue el momento. Y llegará,
porque…
Formas
parte del ciclo de la vida.
Y aquí tienes amigo mío, el mismo cuento en audio.
Mi vecina es una escritora con mayúsculas porque sus palabras no son de tinta azul ni negra, sino violeta, como su sempiterna sonrisa. Enhorabuena
ResponderEliminar¡Muchisimas gracias vecino! Ahora mismo estoy más bien "encarná", ja ja. Muchas gracias de verdad, aquí intentando decirle a los más peques que no tengan prisa por crecer. :D
EliminarBellisimo!!! :D me he enamorado de la pequeña nube violeta, me encanto el concepto de este maravilloso escrito, tan lindo, tan imaginable, pero sobre todo... con un gran mensaje.. Decir que todo se vive a su tiempo, y que hay que disfrutar cada paso de nuestra vida, y que todos formamos parte de este gran mundo..
ResponderEliminarMe encanto MArgarita! :D
sigue asi de grande!:D
saludos!!
Muchas gracias Paulina. Muchas veces escucho a los peques hablar y me caigo al suelo, madre mía, ¡qué prisa por crecer! Entonces se me ocurrió este cuento. Muchos besos ;D
EliminarMe encanta Margaritaa!!!! Siempre tuvimos prisa por crecer porque había cosas que no podíamos hacer.Ahora que sabemos casi todo,volveríamos atrás.Gracias por tu reseña,Es muy bonito lo que cuentas Un beso
ResponderEliminarMuchas gracias Patricia, supongo que es algo que nos ha pasado a casi todos, ¿verdad? Un beso :D
EliminarQue verdad que siempre tenemos prisa por crecer y una vez ya hemos crecido nos gustaría volver atrás y volver a vivir en la inocencia de la infancia. Te felicito por este escrito porque es realmente precioso.
ResponderEliminar¡Muchisimas gracias! No se si algun niño que lo lea lo entenderá, pero confío en que sí. Besos :D
EliminarMe encanto este escrito, la verdad es que todo tiene su tiempo... no todo hay que llevarlo de prisa, tu escrito esta muy hermoso. gracias por compartirlo margarita!
ResponderEliminar¡De nada! Y muchas gracias de corazón. Muchos besos :D
EliminarPreciosa historia que deberíamos cumplir muchas de nosotras, la vida pasa y nunca seremos felices hasta que aprendamos a apreciar el presente, lo que hacemos ahora,no lo que llegará. Este presente es el que tenemos que vivir feliz. Un beso.
ResponderEliminarMuchas gracias Carmen. Siempre viviendo con prisas ¿verdad? En fin, espero que sirva un poquito de reflexión. Muchos besos :D
EliminarPues me ha encantado tanto el cuento que mañana se lo voy a leer a mi pequeño Nico. Con lo que él se fija siempre en las nubes, en sus coleres y formas estoy segura que le va a encantar.
ResponderEliminarMe gusta mucho como escribes, creo que debes explotar mucho ese don, porque me ha encantado. besotes
¡Me alegro mucho Marta! Ojalá le guste a Nico. Bueno, explotarlo no sé, ja ja, escribo a ratitos, pero la verdad es que me gusta mucho, me relaja. Muchos besos y gracias por tus amables palabras :D
EliminarQue cuento más bonito, la verdad es que da una gran lección moral nunca nos conformamos con lo que tenemos siempre queremos aquello que no nos pertenece y la ansiedad que nos conduce a lo que nos parecen esperas interminables.
ResponderEliminar¡Muchas gracias Sara! Sí, nos suele pasar. Y nos pasa desde pequeñitos. Supongo que va un poco en nuestra condición humana, pero es algo que se puede al menos intentar remediar. Muchos besos y muchisimas gracias por tu comentario Sara. :D
EliminarMe ha encantado!! leí un fragmento a mi pequeño y le llamo mucho la atención :D creo que es un cuento estupendo y les gustara mucho a los niños :D gracias por compartirlo :D Saludos
ResponderEliminar¡Me alegro mucho Gwen! Y más me alegro que le haya gustado a tu pequeño. Muchísimos besos para ambos :D
ResponderEliminarComo siempre nos traes un cuento precioso con una enseñanza maravillosa. No sé porqué tenemos tanto afán en crecer si cada momento de la vida hay que vivirlo aceptarlo y valorarlo con lo que trae para sí, cuando estemos listas vivir las experiencias y maravillarnos con ellas :)
ResponderEliminar¡Muchisimas gracias Diana! Prisas por crecer, prisas por hacer las cosas, prisas por todo, cuando es mucho más sencillo dejarse llevar un poco y simplemente,disfrutar del momento en cuestión.
EliminarMuchisimas gracias de nuevo Diana. Un beso enorme :D
Un hermoso cuento con moraleja incluida, nunca debemos apurar las cosas, todo sucede cuando tenga que pasar ni antes ni después, me gustó mucho ver que la nube aprendió la lección y le pudo ayudar a otras en su misma situación.
ResponderEliminarUna historia preciosa, la moraleja es genial y es de esas historias que no te dejan indiferente, me gusta leerte dejas muchos mensajes y son de esas lindos mensajes que podemos contarle a tus hijos, genial :)
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