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Yo te cuento

jueves, 30 de julio de 2015

Luna azul

31 de julio…
Una amiga mía muy especial y a la que quiero mucho, nació un 31 de julio. Ella es a la vez, dulce, fuerte, única, y muy generosa. Es… como una mágica luna azul.

Podría explicarte que la luna azul es aquella segunda luna llena que tiene lugar en un mismo mes. También podría decirte que en la noche del 31, algunos mirarán la esfera redonda, hermosa y blanquecina, esperando que se haya tornado del color de los pitufos. Ello no ocurrirá salvo que se produzca una erupción volcánica muy cerca y las cenizas maquillen la luna de esa tonalidad.


Pero ¿sabes? Esto es un blog de cuentos. Tú puedes creer lo que quieras, eres libre de soñar y también de ser incrédulo, nunca se sabe cuánta parte hay de realidad y cuánta de ficción… eso amigo, lo decides tú. 



Azul...

Entre las montañas ocultas de Sierra Morena, refugio de bandoleros, guerrilleros y amantes, una joven de largos cabellos azules, baila entre las sombras y luces que proyecta la luna.

Exhausta, decide regresar a casa. Entre las piedras y la maleza, se oculta la entrada de la cueva que hace las veces de su hogar. En el interior, su tía, una anciana llamada por todos, doña Leonor, vierte un líquido blanquecino en unas probetas.

martes, 28 de julio de 2015

¡Pulgares arriba!




Dicen que los ojos son el espejo del alma… y cuando miro los tuyos, veo tanto en ellos…

Dicen que tu cerebro no comprende, que sólo entiendes una parte de lo que te rodea…¿No será al contrario? Quizás seamos nosotros los que no entendemos más allá de lo que tenemos ante los nuestros.

En un mundo complicado, tú sonríes con la fuerza de la humildad, eres capaz de regalar la luna, y besar el sol.

Tu cuerpo se rebela… es frágil. Pero no puedo dejar de pensar… como alguien tan delicado puede enfrentar un mundo tan diferente al suyo, como puede susurrar al viento sus deseos, como rezar por un mañana, como compartir un momento, como mover montañas sin tan siquiera poder alimentarse solo.

Eres la esencia de la vida. Eres un lector de almas. Eres nuestra esperanza y nuestra lucha, nuestra ilusión y nuestro mañana.

Hoy cumples treinta y ocho años. Te quiero albondiguilla. ¿Y sabes? Quiero ser como tú, alguien que cada día ¡levanta el pulgar a la vida!


¡Feliz cumpleaños Juan!  


lunes, 27 de julio de 2015

Flor de cerezo

Sentado en mi jardín, observo la hermosura que me rodea. La primavera se acerca, al fin…   Miro hacia la copa de mi cerezo y suspiro. La primavera es mi vida…

El día que la conocí sentí que el aire se volvía más ligero. Al igual que cuando mis rosales florecen veo la vida más bella, el aroma que ella desprendió al pasar junto a mí, fue como una brisa fresca en un tórrido verano.  Una fragancia que en principio no fui capaz de identificar, hasta que al fin, en mí se hizo la luz. Cerezo. Ella olía a cerezos en flor.

Al pasar junto a mí, una peineta plateada cayó al suelo y su cabello negro onduló cual bandera al viento, llamándome, atrayéndome hacia esa espalda y esas caderas que en continuo vaivén danzaban ajenas a mi mirada.

Al girarse, contuve la respiración. Sus rasgos japoneses podrían haber llamado mi atención, pero no así, lo que de veras me hizo contener el aliento, fue el intenso color azul de sus ojos. Al instante me ahogué en esos dos lagos profundos... Y la seguí…


sábado, 25 de julio de 2015

De los amores negados

 Ángela Becerra es una escritora colombiana, afincada en España, ganadora del Premio Planeta-Casa de América en 2009, Premio Azorín en 2005, y de cuatro Latin Literary Award de Chicago.

Se considera la creadora del idealismo mágico y es la escritora más leída en Colombia tras Gabriel García Márquez. 

Es curioso, compré este libro con la intención de hacer un regalo a un amigo que no estaba pasando por un momento especialmente fácil en el terreno amoroso. Casualmente, resultó que ya lo tenía, así que me lo quedé. 

Me sumergí en sus páginas. Me dejé llevar por la sensibilidad que bañaba cada hoja, cada palabra, cada sentimiento y cada percepción...

Calificada como "novela magistral" y "hermosa lección literaria de erotismo", De los amores negados nos sumerge en la sensibilidad más refinada, el humor más sutil y lo que se ha definido como el idealismo mágico.
La historia de amor entre Fiamma dei Fiori y Martín Amador es como las olas del mar. Azota, golpea, acaricia, lame, viene y se va, en un vaivén de sentimientos encontrados que sumergen al lector en la vorágine de las contradicciones sentimentales. El amor y el desamor, el continuismo y la pasión, la espiritualidad y la rebeldía forman parte de la vida de Fiamma dei Fiori, una mujer entera y verdadera en el momento más pleno... y más vacío de su vida. Es una bellísima historia de amor que transcurre en una ciudad portuaria donde el tiempo parece acompañar los desasosiegos de esta pareja. 

Poco puedo yo añadir a esta descripción que hace el propio libro en su contraportada, salvo quizás deciros una vez más que los que no lo hayáis leído, os animéis a ello. De todas formas, os dejo aquí un pequeño fragmento...

"Era noche despejada de luna azul y en Roncal del Sueño una llama brillaba en lo alto del monte. Fiamma acariciaba su creación con orgullo de madre parturienta. Le había pedido a Efifanio que le ayudara a subir, pues se encontraba muy cansada, ya que se había empeñado en acabar la obra esa tarde. Quería contemplar la luna llena desde la llama terminada; el astro se reflejaba en ella, nítido. Parecía un hermoso lunar de plata sobre el fuego ardiente..."

(Fotografía de Ángela Becerra obtenida a través de www.woman.es, en su artículo "Ángela Becerra radiografía los sentimientos)




miércoles, 22 de julio de 2015

El pozo de los deseos

Julia se sentía tan triste… Miró de nuevo a su padre. Conducía, concentrado en la carretera, en apariencia tranquilo, no como ella.

- Por favor papá…- quiso insistir una vez más.
- Vamos Julia, no me hagas esto. Lo vas a pasar muy bien en casa de los abuelos. Además, vas a ser la envidia de tus amigos. ¿Cuál de ellos puede presumir de vivir en una aldea tan especial que tiene su propio pozo de los deseos? Sabes que tengo que ir a ese viaje. Mi trabajo está en juego Julia. Nuestras vidas dependen de ese trabajo- añadió desesperado.

Julia suspiró resignada. Sabía que su padre no se apartaría de ella sino lo considerara realmente importante, y menos ahora. Tan solo cuatro meses antes, había perdido a su madre.  

Sintió el ya conocido nudo de angustia en su pecho. Parecía que había sido el día de antes cuando Nuria había muerto en aquél fatídico accidente. Fue atropellada, perdiendo la vida en cuestión de segundos.  

Marcos se había sumergido en una especie de aislamiento, que había dado lugar a casi perder su trabajo. Este viaje era una última oportunidad antes de engrosar las listas del paro. Julia… solo tenía diez años. Para ella, todo era dolor sin su madre. Y ahora, su padre se iría de viaje y ella era trasladada como un paquete a casa de sus abuelos, en mitad de ninguna parte. Encima, intentaban engañarla y conformarla como si fuese un bebé con esa argucia del pozo de los deseos.

La niña enfrentaba cada día esa sensación que no entendía. Esa sensación rara y amarga que notaba en la boca del estómago y se extendía a su pecho. Pero no era dolor. Era odio. Odio profundo y amargo hacia esa persona que había matado a su madre.

- Tus abuelos cuidarán de ti cariño- le dijo su padre de pronto.

Ella no contestó.

- Julia, son los padres de tu madre. Sé que hace muchos años que no veníamos por aquí, pero ellos te quieren. Para ellos tampoco será fácil, créeme. Eres idéntica a tu madre cariño…

De nuevo silencio, hasta que poco después, su padre paraba el coche ante una pequeña casa de una sola planta, muchas flores, y dos mecedoras en el exterior. Un par de ancianos sonrientes formaban el comité de bienvenida en la puerta. Besos, abrazos, saludos, lágrimas…

Cuando Julia se sintió un poco desbordada, se sentó en una de las mecedoras, mientras su padre y ellos, hablaban dentro.  

Unos chicos llegaron corriendo poco después y se acercaron sin dudar un instante a ella.

-¿Quién eres?-  Le preguntó de pronto uno de los chicos que se había acercado. Era rubio y tenía muchas pecas, podía ser algo más pequeño que Julia.
- Julia.
- ¿Eres de fuera?- le preguntó otro chico un poco mayor. Ambos se parecían mucho, probablemente fuesen hermanos.
- No tengo ganas de hablar.- contestó Julia.

Apoyada en un árbol, algo más distante, una niña de más o menos su edad la observaba.

lunes, 20 de julio de 2015

Un respiro de vida...


- ¡Chiquillo, levántate ya! ¡Que llegamos tarde!

El niño que no se levanta, jolín, ¡la ducha! ¡Olvidé cambiar la bombona! ¡Ah! ¡Llego tarde al trabajo! ¡Chiquillo, venga, mueve el culo!

Uf, uf, uf.

- ¡Hija!, ¡Qué mala cara traes hoy! ¡Se te ha olvidado pintarte un poquito!

(¿Pintarme un poquito? ¡Necesito una capa doble extra de pintura acrílica para tapar estas ojeras! ¡Y no se me olvidó! Es que no me dio tiempo entre preparar el bocata del niño y dejarle el dinero del autobús a la niña...)

Y así, un día, y otro día, y otro día...

Y contenta. Que estoy trabajando, y eso hoy en día, ES UN MILAGRO. 

Pero no puedo con mi alma.

Y entonces... se enciende la bombillita. Fin de semana. Echo 20 euros de gasolina a mi coche pequeñito, que los coches pequeñitos tienen su ventaja y mi Citroen C3 consume poquito y ¡ala!

¡Qué cerquita que está Matalascañas! Bocatas en ristre, sombrilla y nevera... haciendo equilibrios en la arena... Y aunque sea sábado, madrugas, pero no te importa. La brisa te refresca, pisas la arena fría y sientes que las pilas se te empiezan a recargar... te despojas de la ropa y te embadurnas de crema... a lo lejos escuchas al niño chichando no sé qué cosa de que te des prisa... Déjame tú a mí, que yo necesito mi tiempo...


Respiras hondo, te diriges a la orilla. El niño amenaza con salpicarte y tú le amenazas a él con dejarlo sin bocata, que es lo que más le duele. Y después, despacito, empiezas a sumergirte en la frescura de las aguas marinas... y todo comienza a diluirse... el reloj, las prisas, las compras, las comidas, la ropa, el estrés... solos el mar y tú... hasta que el niño te echa agua en la cara y te entra en el ojo, pero hasta eso se perdona.  

sábado, 18 de julio de 2015

Fortaleza...

Un grupo de niños iban de regreso a casa tras la salida del colegio. De pronto, uno de ellos tuvo una idea. Jugarían. Harían una apuesta sobre quién poseía el padre más fuerte. El vencedor elegiría a qué jugar el resto de la semana, y él estaba seguro de ganar, pues su padre era deportista y poseía una musculatura muy desarrollada.

- ¿Y por qué tiene que ser el padre? Las madres también son fuertes.- preguntó Lucas, el pequeñín del grupo.

El chico que había tenido la iniciativa le miró burlón.

- Porque las mujeres no tienen fuerza. Los hombres sí. - le respondió.

El pequeño no quedó contento con la respuesta e insistió. Al fin, el chico que había propuesto el juego accedió. Después de todo, no tenía nada que perder. Ninguna madre iba a tener más fuerza que su padre, eso estaba claro.

Uno a uno, comenzaron a referir lo fuerte que eran sus padres.  

- Mi padre es bombero – dijo el primero – está entrenado para salvar a la gente y tiene mucha fuerza. Todos los días corre muchos kilómetros y levanta pesas en el sótano de casa.
- Pues el mío es albañil – continuó otro – Todos los días tiene que levantar mucho peso y preparar cantidades enormes de cemento. A veces nos coge a mi hermana y a mí a la vez, y nos levanta por el aire.
- Pues el mío ni os cuento – dijo Paula, la única chica del grupo – Mi padre es camionero y cambia muebles de sitio. Tiene que cargar y descargar una y otra vez su camión.

Ya solo faltaba por hablar el pequeño, cuando divisaron la casa donde él vivía, junto al lindero del bosque. Una vivienda rústica, de madera. Una mujer de mediana edad les hizo señas a todos sonriendo desde la puerta. Era delgada y bajita. Su rostro, curtido por el sol. A su lado, un anciano se balanceaba en una pequeña mecedora.

- Ésa mujer es mi madre. Mi padre trabaja en el campo, desde muy temprano. Ella también. Él levanta las cosas que pesan, y ella, las arrastra. Cuida de mi abuelo, que se hace pipí en la cama. Limpia la casa, lava la ropa, recoge leña, prepara la comida... Se levanta al alba, y se sienta en el porche con papá ya de noche. Y no pierde la sonrisa. Mi mamá no tiene músculos, pero es tremenda de fuerte- dijo orgulloso.

El chiquillo mayor pensó protestar  y decir que eso no valía. Pero observó de nuevo a aquella mujer, lo extremadamente delgada y pequeña que era. En realidad, no creía que fuese mucho más alta que él mismo.

Su familia vivía holgadamente y disponía de muchos electrodomésticos que les facilitaban la vida, pero la familia de Lucas...

- Ella siempre nos dice que más vale maña que fuerza. Y que si queremos algo en la vida, aunque parezca que está muy lejos, tenemos que luchar por ello con uñas y dientes. Como ella. Ella nos quiere a nosotros -  añadió sonriente mostrando la falta de un par de dientes.

Todos se miraron entre ellos. Finalmente, el muchacho mayor habló.

- La próxima semana, tú decides a qué jugamos amigo.



jueves, 16 de julio de 2015

El hilo rojo del destino


 Tal vez en alguna ocasión hayas escuchado hablar sobre el hilo rojo del destino. Personalmente, me llama la atención esta historia, supongo que porque siempre opiné que tanto cuentos, refranes, como leyendas, tienen una parte de realidad.  

Si buscas en la red, encontrarás infinidad de páginas y blogs que  refieren la famosa leyenda japonesa.  Literalmente, ésta cuenta que...

“Hace mucho tiempo, un emperador se enteró de que en una de las provincias de su reino vivía una bruja muy poderosa que tenía la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino y la mando traer ante su presencia.

Cuando la bruja llegó, el emperador le ordeno que buscara el otro extremo del hilo que llevaba atado al meñique y lo llevara ante la que sería su esposa; la bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y seguir el hilo. Esta búsqueda los llevo hasta un mercado en donde una pobre campesina con una bebe en los brazos ofrecía sus productos.

martes, 14 de julio de 2015

El mago del tiempo

Los ruidos de la naturaleza le indicaron que había llegado el momento de incorporarse y comenzar el día. Robian pensó en lo estupendo que sería permanecer descansando un rato más, pero como hijo mayor de una familia que vivía de los recursos que el bosque le ofrecía, esa alternativa era algo impensable.

Despacio se acercó a ver a su hermano menor, Micha, que dormía plácidamente. Sonrió al pensar en cómo aquél pequeño diablillo inquieto y aventurero, ahora descansaba. Hoy era un día especial para ambos. Micha cumplía ocho años, y él, justo el doble. Su madre le explicó que en las familias de recursos limitados, los hijos nacían el mismo día.  

Tras cubrirse con la capucha de su capa, tomó los instrumentos necesarios a fin de salir al bosque y cortar leña para el día. El frío comenzaba a ser fuerte en esta época del año, y sentía un extraño cansancio a pesar de que llevaba ya un rato levantado. Por ello, decidió acercarse al río para lavarse la cara. Al inclinarse, un suave destello en el agua le deslumbró. Algún pez de brillante piel, pensó. Al introducir las manos en el agua, vio de nuevo el destello… sí, era un pez, pero ¡era enorme! Sorprendido cayó hacia atrás al ver atónito como ante él, una joven emergía del agua. Era la más hermosa que jamás había visto. De aspecto infantil, su rostro era angelical, más su cuerpo estaba cubierto por un extraño tejido que parecía estar formado por escamas de un intenso color anaranjado.

-          Hola  Robian. – le saludó con voz cantarina.
-          ¿Quién eres tú? ¿Te conozco? - preguntó él algo atemorizado.
-          Soy Rayana. Ninfa del agua. Habito en este río desde… hace mucho tiempo.

domingo, 12 de julio de 2015

La orden de la Academia Spence


La Orden de la Academia Spence es el primer libro de una trilogía juvenil. Os confieso que me gusta el género fantástico, y si además, está aderezado con misterio, mejor. 

Esta trilogía nos narra las aventuras de Gemma Doyle, una joven de la época victoriana, cuya vida cambia de forma radical tras la muerte de su madre. La muchacha, que lleva años residiendo en la colonia británica de la India, llega a Londres, donde es acogida en la prestigiosa Academia Spence para señoritas.

Este selecto internado inglés, guarda un gran secreto entre sus paredes. Gema y un grupo de amigas, descubren "los reinos". Un mundo mágico, fantástico, y... bastante peligroso.

"Ángeles rebeldes" y "Dulce y lejano" continúan con las aventuras de nuestra protagonista, a caballo entre las rígidas normas de la sociedad victoriana, y el poder que al parecer ostenta para intentar al menos "sujetar" las fuerzas mágicas que ella misma desató. 



Su autora, Libba Bray , hija de un pastor presbiteriano y una profesora de inglés, pasa su infancia y juventud en Texas. Ella misma nos explica que desde niña sintió una gran atracción por el teatro y los libros. Se licenció en 1988 en Teatro por la Universidad de Texas y se mudó a Nueva York, donde trabajó en diversas agencias de publicidad como redactora, para al fin, dedicarse a su pasión, la escritura. 
La Orden de la Academia Spence (2003) supuso su debut en la literatura juvenil. Posteriormente, Ángeles Rebeldes (2005) y Dulce y Lejano (2007) ponen el broche final a las aventuras y desventuras de los reinos. 


viernes, 10 de julio de 2015

Visiones

Acabo de llegar a la pequeña y acogedora casa de la señora López. Algunos se sorprenden cuando afirmo que disfruto en extremo de estas visitas. Anastasia es, sin lugar a dudas, una anciana encantadora. La visito casi a diario al salir del Instituto, y siempre me invita a tomar café, chocolate o té. Me relata anécdotas fascinantes de su vida, con el mérito añadido de no repetir jamás la misma historia.
  
Toco el timbre con ganas, porque es algo dura de oído. Insisto en la llamada, y por fin, escucho por el pasillo el arrastrar suave de sus zapatillas contra la madera.

-          Buenas tardes, querida, que alegría verte- me dice sonriente.

Cada vez que miro a esta anciana, no puedo evitar recordar las caras sonrientes por buena conducta que colocan a los preescolares en sus cuadernos.

-          Buenas tardes Anastasia.
-          Por favor, pasa. Hoy tendremos compañía- añade sonriente.
-          Si vengo en mal momento, puedo volver mañana o cualquier otro día.
-          No seas boba, tú jamás molestas. Es más, te necesito. Mi sobrino Víctor está aquí. ¿Puedes ayudar con el café? Hoy somos cinco para la merienda – me susurra cómplice.
-          ¡Pues qué bien! Siempre está usted tan sola…

La anciana me mira con cariño, pero a la vez, con incredulidad.

-          Oh querida, yo jamás estoy sola. Por favor, pasa.

Ambas pasamos a la salita de estar. Sentado junto a la mesa central, un señor de mediana edad, nos mira sorprendido. De inmediato, se levanta solícito y me saluda.

-          Éste es mi sobrino, Víctor, y aquí te presento a mi hermano y a mi cuñada, Tomás y Lola, padres de Víctor- me indica señalándome dos sillas vacías.

Perpleja miro a Víctor, y éste, asiente y sonríe como si tal cosa.

-          Encantada- me limito a decir titubeante.
-          Has llegado justo a tiempo querida. Siéntate.

Justo cuando voy a sentarme, ella me mira extrañada.

-          Querida, hay sillas vacías, no es necesario que te sientes sobre mi cuñada.

Azorada, me levanto y miro al tal Víctor. Él sigue impasible.

-          Lo siento, estoy algo distraída hoy - alego.
-          Puede sentarse a mi derecha si lo desea- me invita él.

La anciana pasa a la cocina y yo aprovecho la ocasión.

-          Disculpe, ¿se encuentra bien su tía?
-          Perfectamente jovencita.

En un momentito, cinco tazas de café humeante están en la mesa. Anastasia no deja de hablar dirigiéndose a unos y otros, mientras yo, absorta, me limito a intentar seguir una conversación inexistente. De vez en cuando se dirige a una de esas sillas vacías, incluso, parece recibir respuesta por parte de éstas.

-          ¿Qué opinas tú querida?- me pregunta en un momento dado.
-          Perdón, estaba distraída.
-          Mi hermano acaba de hacerte una pregunta.
-          ¿Me la podría repetir? – digo como una boba esperando a ver qué pasa.

Por supuesto, no escucho nada. Esto es absurdo. Y entonces, siento un ligero vahído en el cuello y grito sin querer.

-          Tengo que marcharme doña Anastasia. Por favor, discúlpenme ustedes.
-          ¿Te encuentras bien? Estás algo pálida- me dice Víctor. 
-          Estoy bien, gracias, por favor, disculpen.

Me levanto con tanto interés, que casi derramo el café restante de mi taza en el pañito blanco con flores bordadas de la anciana. Escucho el arrastrar de las zapatillas y compruebo avergonzada que Anastasia también se ha levantado y se acerca a mí.

-          ¿Estás enferma?
-          Tengo que marcharme. Olvidé algo importante.
-          Oh, querida, qué contrariedad. Me gusta tu compañía. Al fin y al cabo, eres la única que me habla y me escucha con atención. Los demás, se limitan a seguirme la corriente. Siéntate con nosotros, te prepararé una tisana.- me dice solícita.

Ella se dirige a la cocina, y Víctor se acerca a mí con cara de preocupación. 

-          Siento que hoy te vayas tan pronto. ¿Te ha incomodado la presencia de mis padres?

¿Cómo le digo yo esto?

-          Verá… Víctor. Yo… no sé cómo elegir mis palabras. En la salita solo estaban usted y su tía. No entiendo porque le sigue la corriente, como si su tía estuviese loca. Ella es una señora admirable y me he sentido muy violenta - le recrimino.

Azorada, miro en dirección a la mesa y compruebo que un par de ancianos me miran con simpatía.

-          ¿Qué? ¿Qué ocurre aquí? ¡Ustedes no estaban ahí!
-          Oh querida, tú siempre igual. Ya estás con tus bromas. Desde luego, no tienes remedio Anastasia- me dice el anciano.

¿Anastasia? ¿Están todos locos?

Quiero correr, pero mis movimientos son lentos. Empiezo a caminar despacio hacia la puerta, me siento pesada. Miro mis manos. Están arrugadas, mi cuerpo ha engordado. Y entonces me veo en el espejo de la entrada. Casi caigo al suelo del susto. ¡Me he convertido en Anastasia!

-          Siempre igual tía. Soñando con ser otra cosa. ¿Quién eras esta vez? ¿Un ruiseñor, una flor, eras joven de nuevo? Venga, regresa. Ya sabes que no puedes salir a la calle. Leamos otra de esas historias de tus libros.


martes, 7 de julio de 2015

Tres baules


Antonio fue el primero de los invitados en llegar, seguido de Julia y Jorge. Luisa ya estaba en casa.  Los acontecimientos se estaban desarrollando tal y como Luisa imaginaba cuando sus abuelos le hicieron aquella inesperada invitación a pasar el fin de semana con ellos, extendiéndola a sus amigos.

La casa campestre donde vivían sus abuelos era enorme. Se parecía un poco a esas mansiones embrujadas que se ven en las películas de terror, al menos en apariencia. Pero después, el interior era otra cosa. Era cálido. Era el antiguo hogar de sus padres. La joven lo estaba pasando mal. Sus padres se habían separado y ella no lo había aceptado del todo. ¿Tan inmersa estaba en su mundo que no vio la crisis? O quizás ellos consiguieron ocultarlo bien. Lo cierto era que sus notas habían caído en picado y ella se sentía ajena a todo.

            José y Juana eran sus abuelos maternos. Llevaban siglos viviendo en esa casona que se caía a pedazos. Multitud de veces habían intentado convencerlos para que abandonasen esa inmensa mole de paredes viejas y maderas carcomidas, pero ellos insistían en que aquella mole era su hogar y guardaba además secretos importantes que debían custodiar. Lo cierto, era que Luisa tenía que reconocer que aquella casa siempre le había gustado para esconderse del mundo.  

            Por ello, cuando sus abuelos la invitaron, decidió ir.  Y allí estaba, junto a sus amigos, Antonio,  Jorge y Julia. Sus abuelos habían preparado dos habitaciones contiguas, que antaño pertenecieron a su madre y su tío, para que chicas y chicos se acomodaran.

-          - Gracias de nuevo por la invitación, abuela. Necesitaba un finde tranquilo.
-          ¿Cómo de tranquilo? No os hemos invitado por gusto, vamos a aprovecharnos de vosotros y a utilizaros como mano de obra barata a cambio de una buena comida casera. Ya sabes cariño, hay que ser prácticos en esta vida. – le respondió ella bromista.

Los cuatro rieron de la ocurrencia de la señora.  

-          ¡Venga chicos!- Esta vez era su abuelo quien los llamaba- ¡Vamos adentro! Os enseñaré vuestras habitaciones y podréis soltar vuestras cosas. Luego os esperó aquí abajo. Tengo que tratar un asunto importante con vosotros. 

lunes, 6 de julio de 2015

Amanecer en Carmona



Hoy me desperté reflexiva, incluso melancólica. Quizás el peso de los últimos acontecimientos ha conseguido doblegar mi espíritu. Lo cierto es que, a pesar de no sentir fuerza en mi cuerpo, obligo a mi mente y a mi corazón a continuar el camino.

Con lentitud, consigo encaminarme hacia mi destino de hoy. Esquivando piedras incrustadas y algún coche inesperado, avanzo por la todavía silenciosa ruta en estas calles de piedra, cuando siento suave e incitadora una ligera brisa en mi rostro. Levanto al fin mi vista y... siento el aliciente de una magnífica visión.  

Como quien saborea un instante único, me detengo y admiro el regalo que el día me acaba de ofrecer. Este momento de paz.

La silueta de Parador de Carmona, se recorta contra el horizonte, altiva y majestuosa, ajena al paso del tiempo y a quién la observa. El sol comienza a regarla, ajeno tal vez al espectáculo que nos regala. Si esas piedras hablaran... y nos contaran el devenir de historias vividas en su interior...

Respiro profundamente, agradeciendo estar aquí y ahora, en este preciso momento. Testigo mudo e insignificante de un maravilloso espectáculo en el que no existen artificios ni engaños, y durante un breve instante, siento la energía de los luchadores que fraguaron esta tierra y miraron el mismo cielo, calentándose bajo el mismo sol.


Una suave brisa, tal vez acontecida por la hora temprana, mueve las hojas de los árboles y me susurra... Ya estoy lista para el día de hoy. 

domingo, 5 de julio de 2015

La ladrona de libros

Hace unos años, una prima mía que yo quiero mucho, y que al igual que a mí, le gusta mucho leer, me regaló este libro. 

Cuando al leer su contraportada, vi la temática, dudé sobre leerlo, pues interpreté que era una historia trágica y dolorosa. Por suerte, no fui capaz de resistirme y comencé a sumergirme en sus páginas. No hizo falta más. Me atrapó de inmediato. 

La ladrona de libros , de Markus Zusak, cuenta con un narrador muy especial, La Muerte. Nos relata la historia de Liesel, una niña que convive con los horrores de la II Guerra Mundial, la pérdida de seres amados... el anhelo por aprender...  El propio libro en su contraportada lo define de la siguiente manera. 

 "Érase una vez un pueblo donde las noches eran largas y la muerte contaba su propia historia.
En el pueblo vivía una niña que quería leer, un hombre que tocaba el acordeón y un joven judío que escribía cuentos hermosos para escapar del horror de la guerra.
Al cabo de un tiempo, la niña se convirtió en una ladrona que robaba libros y regalaba palabras. Con estas palabras se escribió una historia hermosa y cruel que ahora ya es una novela inolvidable"  

Si tuviese que describir lo que este libro me inspiro en una sola palabra, elegiría "TERNURA".

Su autor, Markus Zusak, es un escritor australiano nacido en junio de 1975. Desde niño, creció escuchando historias sobre la II Guerra Mundial, la Alemania nazi, el bombardeo en Munich,  y el maltrato a los judíos. Ello unido a la experiencia vivida por sus padres en Austria y Alemania le inspiraron a escribir esta obra convertida en Best Seller y llevada a la gran pantalla en el año 2013, a través de una adaptación escrita y dirigida por Brian Percival. 

Si aun no habéis visto la película, leeros primero el libro. La disfrutaréis el doble. 



jueves, 2 de julio de 2015

Nubes color de rosa

Hola amigos. En los últimos días le he hecho mucho la competencia a los turistas en cuánto a fotografías se refiere. 
Al pensar en el blog, una de mis ideas era tomar el máximo de fotografías posibles, de esta forma, al igual que el texto, la imagen tendría un significado. 
Cuando le expliqué a mi hijo de once años,  el motivo por el cual su madre se había convertido en una improvisada paparachi, me dijo muy dispuesto que él quería ayudar. 
Y así es como ayer me dejó atónita cuando desde el interior del coche, con éste en marcha, captó esta imagen. 
Así que no me ha quedado otro remedio que escribir una historia para unirla a él. 
Espero que os guste la historia, pero sobre todo, la fotografía, pues tiene un valor incalculable. (Un beso Francisco, eres un artista)




Aún no he podido olvidar la forma sinuosa que se escondía tras las nubes de algodón. El anhelo que en cada momento, allí tumbada sobre el césped que coronaba la pequeña cima, se producía en mi pecho, a la espera de que “la cosa” se mostrase tras la esponjosidad rosa.

Siempre que tenía un mal día, corría con ganas hasta la pequeña colina y me tiraba al suelo, sin importarme qué vestido llevaba, o que fría podía estar la hierba. Había un árbol. Yo creo que era el guardián del cielo, pero mi atención se centraba más allá de sus hojas, allí, donde las pequeñas nubes rosa se iban uniendo unas a otras. De vez en cuando, jugando conmigo, comenzaban a bailar entre ellas, dejando que viese un cachito de “la cosa”.

Los chicos del cole se reían de mí. Decían que estaba loca porque solo yo podía ver como se asomaba coqueta y provocadora. Tal vez por eso, mi abuelito me acompañó aquella tarde a la colina, hizo una serie de movimientos complicados, y por fin, consiguió tumbarse sobre el frío suelo, justo al lado del árbol soldado.

- La hierba me hace cosquillas – me dijo.
- Abuelo, no puedes jugar con la hierba, ¡tienes que mirar al cielo!

Él miró hacia arriba y le vi hacer unos gestos muy raros con su cara. Hubo un momento en que me entró la risa, porque su cara se arrugó un montón cuando se concentró mucho. Pero no me podía reír del abuelo.  

- Esas nubes no son rosa, pequeña. Son grises. Va a llover y nos vamos a poner empapados, y después, me dolerán los riñones y las rodillas durante mucho tiempo. ¡Fíjate como se mueven las hojas!
- Venga abuelo, mira más allá. ¡Allí! ¡Detrás de aquella pequeña nube que tiene forma de dinosaurio! ¿No la ves?
- Creo que sí…

Pero el abuelito miraba en otra dirección.

Suspiré con ganas de llorar. Pero siempre que “la cosa” salía, yo olvidaba mis penas y mi corazón se alegraba. Allí estaba. Entre la nube que era rosa como la carita de un bebé, y aquella otra más oscura, como una frambuesa. Y detrás, “la cosa”. Era como una nube muy grande, muy, muy grande, y parecía rosa por fuera y blanquita por dentro. Tenía muchos bordes y me sonreía. Se agitaba nerviosa, como si bailara una danza. Empezó a engordar y adelgazar… y de repente, ya no había nubes rosa… sólo nubes blancas, de las normales, chiquititas y de algodón. De ésas en las que si pudieras tumbarte, dormirías y dormirías. Y entre ellas, aquella única nube rosa que cada vez se hacía mayor y mayor y mayor…

- ¡Abuelo! ¡No la ves! ¡Se nos va a caer encima!
- Sí, va a llover de un momento a otro. ¡Ayúdame a levantarme pequeña! ¡Vayamos a cubrirnos!

Unas pequeñas gotitas cayeron en mis mejillas. Tomé una entre mis dedos y la llevé a mis labios. Estaba muy dulce.

- ¡Abuelo! ¡Es como azúcar!
- Déjame probar…

Mi abuelo también probó algunas gotas y me sonrió.

- ¡Llevas razón pequeña! ¡Ummmm, está muy rica esta nube!

La gran nube rosa sonrió, cada vez con más ganas, hasta que se escuchaba el canto de su risa en toda la colina. Y empezó a llover. ¡Nubes de azúcar! ¡Montones de nubes rosadas!

Empecé a girar, una y otra vez, riendo y bailando. Mi abuelo me riñó. No era buena tanta azúcar. Pero yo me llené los bolsillos de aquellas golosinas exquisitas y corrí feliz a llevar mi tesoro a los chicos que se burlaron de mí. Después de todo, no es bueno guardar rencor, eso vuelve ácido el azúcar y se estropea.

Los niños me miraron de forma rara, pero aceptaron las dulces nubecitas diminutas sin más. Estaba feliz. Y entonces escuché la voz de mi madre.

- Papá, no deberías alimentar su imaginación. Ni comprarle tantas golosinas. Se le picaran los dientes.

Mi abuelo me miró y me guiñó un ojo.

- Al menos con ella no llueven bolitas de chocolate. Me ponía perdido cada vez que iba contigo a la colina.
- Chsssss, calla papá – le susurró mi madre – si alguien se entera de nuestro secreto tendremos que marcharnos.

Eso me puso triste. Yo no quería irme. Empezaba a hacer amigos. Así que miré otra vez a la colina. El árbol parecía agitar sus ramas llamándome. Sin que mi abuelo y mi madre se dieran cuenta corrí hacia él. Casi había llegado cuando vi que una  niña me había acompañado.

- ¿Quieres jugar?- me preguntó ella con una gran sonrisa.


Y entonces volví a sentir ganas de bailar y reír. Miré hacia arriba, la cosa era ahora chiquitita y me guiñaba un ojo detrás de una pequeña nube blanca. Creo que se despedía de mí, porque no volví a ver nubes de color rosa. Pero de vez en cuando, sin que nadie más lo vea, el árbol agita sus ramas para mí.